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Juan Pablo Duarte: sus palabras evidencian su fe



Por LEONOR ASILIS
Juan Pablo Duarte es el dominicano por excelencia. Su vida ha sido un testimonio radiante, el de un ser humano que supo descubrir cual era el propósito de su vida: forjar una Nación con los más sublimes valores que fueron consignados por la eternidad en el Escudo cobijado por la Santa Cruz y la Palabra de Dios que ampara la bella bandera dominicana: Dios, Patria y Libertad. Su ideal lleno de amor hacia aquellos con quienes compartía esta bella tierra. Así lo reflejan sus palabras inmortales: "Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar mi Patria libre, independiente y triunfante".
Una vez que supo cual era su misión, no descansó hasta lograrla. Con gran propiedad declaraba la importancia vital de contar con hombres de buena voluntad y de fe, de la siguiente forma: "Los providencialistas son los que salvarán la Patria del infierno a que la tienen condenada los ateos, cosmopolitas y orcopolitas".
Duarte era un hombre de trabajo y sabía que esta es la mejor vía de desarrollo de una nación. Veamos de nuevo sus palabras: "Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos". "Trabajemos, trabajemos sin descansar, no hay que perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa y en nuestros propios brazos".
Hoy como ayer, nuestra nación necesita que trabajemos por su existencia, por su desarrollo y prosperidad. Nuestra tierra esta bendecida por Dios por múltiples razones que no cabrían si los enumeraremos en este espacio donde escribimos estas letras. Sólo detengámonos en su privilegiada situación geoestrategica. Esta en el centro del Hemisferio. Cuantas ventajas comparativas tenemos de estar en este punto.
Fijémonos en nuestras condiciones geográficas: bellas playas, montañas preciosas llenas de verdor, suelos fértiles, dunas, lagos, bosques, clima estupendo, y sobretodo la calidad humana de nuestra gente.
Es tiempo de que revaloricemos nuestra dominicanidad, que apreciemos lo nuestr nuestra fe, nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestra historia y nuestros sueños.
Una vez más, nos hacemos eco de estas palabras del Padre de la Patria:
"Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor."
En las siguientes palabras se refleja que su amor hacia la República Dominicana lo expresó con sus hechos, con sus sacrificios, con su entrega y nobleza: "No he dejado ni dejaré de trabajar a favor de nuestra santa causa haciendo por ella, como siempre, más de lo que puedo, y si no he hecho hasta ahora todo lo que debo y he querido, quiero y querré hacer siempre en su obsequio, es porque nunca falta quien desbarate con los pies lo que yo hago con las manos".
En otro lugar de su ideario dice: "El gobierno debe mostrarse justo y enérgico... o no tendremos Patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional".
Finalizamos estas letras en su honor, permitiéndole de nuevo a él que hable a nuestros corazones, con esta exhortación tan llena de sabiduría, no sin antes, dejar constancia de su amor filial a la Virgen la Altagracia, Madre de Dios y Madre Nuestra el cual expresaba públicamente con una medalla de Ella sobre su pecho, pidiéndole a él como bienaventurado que fue junto a la Intercesora por excelencia que República Dominicana siga hacia delante en el camino de la justicia, de la paz y de la prosperidad: "Sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre; sed unidos, así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a la que aspiro, al veros libres, felices, independientes y tranquilos".
Lo poco o mucho que hemos podido hacer o hiciéramos aún en obsequio de una Patria que nos es tan cara y tan digna de mejor suerte, no dejará de tener imitadores; y este consuelo nos acompañará hasta la tumba".

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