Sus características las determinan los
principios y valores de sus líderes, es decir, los padres.
Jaclin Campos
Cada
familia tiene su estilo, su forma de expresarse, su personalidad. Esa
personalidad está determinada por los principios y valores de sus líderes, es
decir, de los padres.
Si los padres dan importancia a la formación profesional,
probablemente los hijos también lo harán. Si los padres se enorgullecen de su
cualidad de trabajadores, sus descendientes heredarán este rasgo. Si los padres
se caracterizan por su extroversión, sus retoños igual.
“Generalmente la personalidad de la familia sale del ‘deber ser’
que crean los padres”, dice el psicólogo René Omar García.
Los descendientes que tienen una buena relación con sus
progenitores reproducen los patrones paternos.
“Todo el mundo necesita una identidad”, afirma García.
“La gente -agrega- tiende a imitar lo que se le enseñó y cómo se
expresa la familia porque se siente parte. En el fondo se está buscando
identidad”.
Cuando papá y mamá tienen personalidades distintas, el estilo de
la familia surge de las expectativas que cada uno trae al unirse, de cómo se
relacionan, de los acuerdos hablados o implícitos.
((Todos para uno
Asimilar la idiosincrasia del grupo
La personalidad envuelve tanto la parte biológica (temperamento) como el
carácter (la asimilación de la cultura y del ambiente).
En ambos casos influyen papá y mamá. Primero porque a través de
ellos se heredan los rasgos biológicos, pero también se aprenden valores y
conductas.
Identidad de familia
En esencia, se pueden distinguir dos personalidades básicas
entre las familias: las sociables y las reservadas.
Las familias abiertas acogen con facilidad a los demás,
disfrutan visitar y recibir visitas y gustan de integrarse a la comunidad. Los
visitantes con frecuencia se sienten a gusto en hogares como este.
Las reservadas exhiben una conducta diferente. Sus miembros no
acostumbran a visitar o recibir visitas porque esto altera su rutina.
Por otro lado, están las familias aglutinadas, aquellas en que
todas las decisiones, incluso las personales, se discuten y analizan en grupo.
En la otra acera, se encuentran las familias aisladas, cuyos miembros comparten
apellido y casa, pero no se relacionan más íntimamente.
Premio o castigo
Una identidad no necesariamente supera a la otra. “El único parámetro para
evaluar la personalidad de la familia es ver qué tanto sufre y qué tanto hace
sufrir”, afirma el psicólogo René Omar García.
Por lo general, explica el profesional, los miembros del grupo
se premian unos a otros cuando siguen el valor o la característica que
identifica al clan.
El problema viene cuando un miembro del grupo se comporta de
manera diferente: una persona reservada en una familia sociable; una persona
que deja la escuela en un ambiente donde todos se han convertido en
profesionales destacados; un ateo en un grupo de arraigada tradición
religiosa...
Un sistema rígido castiga a quien es diferente. Uno flexible
compensa, disculpa o -de ser necesario- ayuda a quien se sale del patrón.
“Si son rígidos tienden a generar presión o lo excluyen”,
comenta García.
Según el profesional, en las familias sanas la identidad del
grupo no castiga ni atrofia las personalidades individuales. De lo contrario,
podría tratarse de un sistema tóxico que coarte el crecimiento de sus miembros,
que los reprima. De ahí, advierte el psicólogo, se derivan muchos silencios que
conducen a enfermedades psicosomáticas.
Imagen
Todo individuo tiene un sentido de pertenencia y busca identificarse con un
grupo, y el hogar es el primer escenario donde se da esa búsqueda, pero hay que
tener cuidado de que el “buen nombre de la familia” o la “imagen pública” no se
ponga por encima del interés de cada miembro.
De acuerdo con García, esto ocurre en todos los estratos
sociales, pero se da con mayor frecuencia entre personas reconocidas o
expuestas al ojo público.
“Son hogares tóxicos donde se irrespeta el crecimiento
individual”, advierte el psicólogo.
((Renovar
Adaptarse a los cambios
El mundo es cambiante. La familia, en consecuencia, debe poseer una identidad
pero a la vez flexibilidad.
“La personalidad más sana, individual o de familia -dice René
Omar García- es la que comunica y se deja comunicar. Cuando una familia no se
comunica, algo que le funciona ahora puede quedar desfasado con el tiempo”.
Con comunicar, aclara el experto, no se refiere a hablar mucho.
Los integrantes del núcleo hogareño pueden comunicarse verbal o simbólicamente,
con detalles, con el arte...
ARTES U OFICIOS
Profesiones
A algunas familias se les reconoce por su profesión o por sus habilidades.
Así suele suceder en el mundo del arte, donde influyen tanto la
genética como el ambiente. Cuando un don o talento ha pasado de una generación
a otra, este puede cultivarse y desarrollarse si el niño o niña disfruta este
arte en su entorno y entra en contacto con él desde su más tierna infancia.
En otros casos se aprende el oficio de los padres porque
constituye una forma de perpetuar el negocio familiar.
Comunidad
Los miembros de una familia no son los únicos que esperan que todos sus
miembros asimilen su forma de ser.
La colectividad suele crearse expectativas de una persona en
función de la familia de la que proviene.
“Eso es inevitable -señala René Omar García-. El ser humano
tiende a generalizar... busca la ley del mínimo esfuerzo”.
De ahí vienen las generalizaciones. Y esas generalizaciones
también afectan a las familias. Por eso hay hijos que cargan con el “mal
nombre” de sus padres y otros que son señalados con el dedo por no parecerse al
resto de sus hermanos o a sus padres.
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