La
Europa del siglo XX caminó bajo la consigna de alcanzar grandes ideales
sociopolíticos, extensivos a todas
las naciones, pero muchas de estas concepciones. Vieron frustrarse sus
esfuerzos, en 1989 con la caída del Muro de Berlín. Acaecido este suceso, la
humanidad se adentra en un período que se ha dado en llamar: Postmodernidad. Y
en este tiempo postmoderno, el pensar social de los pueblos, en su gran número,
sufre una ruptura palpable frente a la forma tradicional de pensamiento
imperante.
El
universo humano en términos generales, se despoja del ropaje de los grandes
ideales, y dirige su atención al individuo, a la realidad privativa propia de
su existir, dejando al margen lo holístico en pro de lo particular; pues el
sujeto se entiende como el todo desde sí mismo, no busca nuevas ventanas de
conexión con lo externo, sino que se auto-afirma como suficiente y necesario,
trayendo como consecuencia un aislamiento social que le empuja a la obtención
de su satisfacción creciente, al consumismo desmedido y a una apabullante indiferencia.
De
frente a este clima de las ideas, se genera un nuevo campo de acción social
entre los sujetos, pues se dà la espalda a lo comúnmente implantado como canon,
al bien social colectivo, para emprender la marcha hacia el bien individual, lo
que comporta una crisis de moralidad en
orden jerarquizacional decreciente, desde los más elevados peldaños de
organización social, hasta la más reducida caterva de grupos humanos; pero es
justo este estado de cosas, el que promueve y exalta el capitalismo, pues encuentra
en esta indiferencia el ambiente propicio para su expansión dominante, además
de poder conseguir sus fines con una exigua resistencia del colectivo social,
lo que de un modo u otro, fomenta la permanencia de lo existente.
La sociedad postmoderna abre las puertas a
la formación de individuos individualizados, que persiguen objetivos concretos
y alcanzables a corto plazo, con lo que muere el ser comprometido con los
otros, para dar paso al nacimiento del presentismo de lo inmediato, sin dar
cabida a grandes luchas de ideas y praxis social. Así las cosas, las miradas se
proyectan dentro del blanco de una vida sin alteraciones, que predica un
espíritu de conservadurismo, procurando dejar las cosas como están, y
administrar el escaso estado de bienestar del que se dispone.
En
consecuencia, el ser virtuoso que modelaba como paradigma social se torna
insustancial, vacío y decadente, pues ajeno a toda sensibilidad se encuentra
capitaneado por el egocentrismo, la insolidaridad y la indiferencia hacia el bien
común. Con lo que se nos arroja a la ley de búsqueda individualista de los
medios para la auto-realización, destruyendo el civismo y la voluntad general.
Y es por esto, que al igual que Lipovetzky podemos expresar, que nuestra época
es, la “era del vacío”
EL AUTOR ES EL REPRESENTANTE DE ESTE MEDIO EN SANTO DOMINGO. CONTACTO 829 347 5481
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