POR ROSARIO ESPINAL
Desde tiempos remotos,
los explotadores en la economía dominicana han buscado mano de obra barata. Los
colonizadores trajeron esclavos africanos, y luego los gobiernos dominicanos y
empresarios han fomentado la migración haitiana indocumentada para emplearla.
He aquí el origen del problema.
Hasta la década de 1960,
la economía dominicana era pequeña y su principal producto de exportación era
el azúcar. Por eso Trujillo y Balaguer trajeron braseros haitianos a los
bateyes en condiciones infrahumanas. La mayoría no recibió documentación legal
ni tampoco sus descendientes, y de ahí se desencadenó una inmensa ilegalidad
bajo el argumento de que en la
Constitución haitiana los descendientes son ciudadanos
haitianos.
Sin documentación, todas
esas personas han permanecido por décadas en República Dominicana, incluyendo
los nacidos en territorio dominicano, y la inmensa mayoría es pobre.
El histórico rechazo a
incorporar la población de origen haitiano a la dominicanidad hizo que los gobiernos
nunca se ocuparan de resolver la situación. Era más fácil y más rentable
mantenerlos indocumentados; y las autoridades de frontera, civiles y militares,
se acostumbraron a vivir de la trata humana.
A partir de la década de
1980, diversos sucesos políticos, económicos y catastróficos en Haití
contribuyeron a aumentar el flujo migratorio hacia República Dominicana. Y
durante todos esos años, los gobiernos dominicanos del PRSC, del PLD y del PRD
no establecieron controles fronterizos adecuados. Por el contrario, el
crecimiento económico dominicano demandó más mano de obra barata; y como muchos
dominicanos emigraron a Estados Unidos y Europa, los haitianos los
reemplazaron. La economía del azúcar perdió vigor y los haitianos se insertaron
a otras labores agrícolas y a la construcción.
Pero resulta que los
trabajadores no suben al cielo al finalizar su jornada, ni bajan de allá con el
maná al día siguiente para laborar. Necesitan vivienda, comida, servicios de
salud, tienen relaciones sexuales, se reproducen, sus hijos necesitan escuelas,
etc., etc. Como son muy pobres, viven hacinados en barrios y campos. Como
tienen baja escolaridad o ninguna, se reproducen más que el resto de la
población y la pobreza se multiplica.
Esta población pobre y
marginada va acumulando resentimientos, magnificados ahora por la vocinglería
xenófoba y por las tensiones dentro del mismo gobierno sobre qué hacer con toda
esta gente.
Además, los verdaderos
fusionistas de la isla, que son los gobiernos dominicanos, los empresarios y
sus voceros, se han especializado en acusar a otros del problema: a gobiernos
extranjeros, a organismos internacionales y a algunas ONG. Buscan así sonar
patrióticos, mientras mantienen una extensa mano de obra barata indocumentada
para explotarla.
Este peligroso juego va
llegando a su fin. La población de origen haitiano ha crecido mucho y vive
hacinada; y la Sentencia
TC 168-13 quiso ilegalizarlos a todos y ha desatado muchos
demonios.
En resumen, la política
migratoria dominicana hacia Haití ha sido siempre muy irresponsable, la
explotación laboral dominicana es aberrante, y propagar la xenofobia sólo
empeora la situación.
Solución: el gobierno
dominicano debe detener la migración indocumentada haitiana, el empresariado
dominicano debe mejorar las condiciones laborales para incentivar los
dominicanos a trabajar en la agricultura y la construcción, y el gobierno debe
aplicar justicia para adecentar la situación de los inmigrantes y sus
descendientes que han echado raíces en República Dominicana.
Este tema es muy complejo
para apostar al caos.
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