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Cientos de personas, a veces miles, lo observan. Su canal en la
web recibió más de 35 millones de hits en un año. Y Schill cobra por esto.
De hecho, es un trabajador que cumple un turno en una de esas
ocupaciones extrañas que han surgido en una economía que premia una
existencia tipo Gran Hermano combinada con visión empresarial.
Schill no está solo en esta empresa, ni siquiera en su casa.
Cuando este joven de 26 años termina su turno, Adam Young, de 29 años y con
quien comparte el departamento, se sienta en el sofá y sigue jugando hasta la
una de la mañana. A esa hora, Brett Borden, otro compañero de vivienda de 26
años, inicia un nuevo turno de ocho horas.
Estos son las estrellas de StreamerHouse. Transmiten vía
Twitch.tv, una red online que atrae decenas de millones de visitantes, la
mayoría de los cuales ven a otra gente jugando videojuegos.
StreamerHouse transcurre en una vivienda estilo Mediterráneo de la
década de 1920 que cuenta con 20 cámaras, al menos 15 pantallas de computadores
y dos bulldogs (Mister Pig y Baby Pig). Es parte reality TV, parte programa de
radio y parte “performance art”. El trío juega juegos, conversa con los
aficionados y cuentan su vida diaria a través de una costosa red de micrófonos.
Ganan dinero recibiendo un porcentaje de la publicidad de Twitch,
por suscripciones, la venta de videojuegos y donaciones de simpatizantes.
En octubre un admirador del Medio Oriente le regaló a
StreamerHouse 6.000 dólares.
La iniciativa se beneficia de un particular momento
cultural en el que se exige participación e intimidad con cualquiera de
las celebridades que tuitean fotos de sus recién nacidos y distribuyen a través
de Facebook fotos de su desayuno.
Los muchachos de StreamerHouse ofrecen un espectáculo íntimo, que
no para nunca, en el que interactúan con sus aficionados en tiempo real.
Hay algo genial en todo esto.
“Vivo en la internet”, dice Schill, conocido en la web como “The
Real Deal” y “Rober”. Algún simpatizante le envió hace poco una guitarra y un
colchón. Cotidianamente reciben pizzas, golosinas y camisetas. Los tres
reconocen que sus perspectivas laborales afuera de la casa no serían demasiado
alentadoras. Ninguno tiene un título universitario y todos dicen que juegan
videojuegos desde pequeños.
Twitch tiene más de 8.500 streamers en su programa de
afiliados, lo que quiere decir que los jugadores cobran. Todos los
streamers pueden solicitar donaciones, pero las transmisiones de StreamerHouse
las 24 horas del día, los siete días de la semana son únicas.
La gente quiere ver a otra gente jugando. El canal de YouTube con
más suscriptores es el de Felix Arvid Uld Kjellberg, un sueco conocido online
como PewDiePie. Comenta videojuegos, muy parecido a lo que hacen los tipos de
StreamerHouse, y tiene unos 32 millones de suscriptores.
“Esto ha pasado a ser algo importante en el panorama de la
industria del entretenimiento”, aseguró Matthew DiPietro, vicepresidente de
marketing de Twitch.
Antes de decidir que no tiene ninguna gracia ver a tipos en un
sofá disparándole a zombis virtuales, considere esto: la gente ha estado viendo
a otros por miles de años. Gladiadores romanos. Carreras de caballos. El Super
Bowl.
“Uno disfruta viendo a otros tratando de superar un reto”, dijo
Austin Walker, quien estudia para un doctorado en la Universidad de Ontario
Occidental, especializándose en la relación entre el trabajo y el juego.
Jugar videojuegos puede ser hoy una carrera.
“Sueño con esto desde que tenía 12 años”, dijo Walker. “Es mucho
trabajo. Requiere mucha preparación entre bambalinas y en determinado momento,
cuando pasa a ser algo que te genera ingresos, se convierte en una
responsabilidad”.
Los mejores streamers pueden ganar por encima de los 100.000
dólares anuales, pero la mayoría perciben unos pocos dólares al mes. Los
muchachos de StreamerHouse no quieren hablar del tema, pero dicen que sacan lo
suficiente como para pagar todos los gastos de la casa y no deber nada tras
haber invertido decenas de miles de dólares en equipo electrónico. También
compraron un Jeep Liberty e hicieron que sus seguidores decidiesen que placa
tendría. (Dice “vírgenes”).
StreamerHouse fue ideado por un grupo de amigos, incluidos Ryan
Carmichael y Randy Borden. Los dos se criaron en el centro de Florida y se
interesaron en la televisión y los juegos.
Inicialmente concibieron el proyecto como una serie de reality TV
a ser difundida en la web. Le ofrecieron participar en la iniciativa a tres
personas: Brett Borden, primo de Borden; Young, ex aficionado a ATV que se vino
del estado de Washington con sus dos bulldogs, y Schill, residente de
Pensilvania que sufre de agorafobia (temor a los espacios abiertos, como
plazas, grandes avenidas, etc.). Young y Schill ya habían hecho streams antes.
A Borden le encantaban los videojuegos y que quedó allí ayudando a poner la
casa a punto.
“Era todo como una broma”, dijo Carmichael, quien vive en la
casa y es el administrador, director de relaciones públicas, el que maneja
todo.
StreamerHouse empezó a funcionar en septiembre de 2013. Una
pequeña ventana en la pantalla mostraba videos del jugador a cargo e imágenes
de otras cámaras de la casa.
El formato resultó demasiado íntimo. “Perdimos mucha privacidad”,
dijo Carmichael.
Ahora transmiten solo el juego y al jugador. En ocasiones
especiales disparan todas las cámaras de la casa. También muestran videos
editados de sus andanzas en YouTube. Algunos videos los muestran cocinando,
caminando por el barrio y la vez en que un aficionado les envió pizzas y otros
comestibles por valor de 2.100 dólares. (Este último video fue visto 70.000
veces).
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