Los candidatos a los cargos de elección popular y
presentarlos a la consideración de los electores es, sin lugar a dudas, la
principal atribución de los partidos políticos en una democracia
representativa. Su otra gran misión consiste en, como dice Sartori,
“comunicar con vigor a las autoridades las exigencias del público como un
todo”. Sin embargo, ninguna de estas funciones son cumplidas eficientemente
por las entidades políticas.
En los hechos, los
partidos políticos tienen el monopolio de la nominación de los candidatos,
debido a que las candidaturas independientes enunciadas en el artículo setenta
y seis de
En ese sentido, en
el artículo 216 que la
Constitución Política dedica a los partidos políticos, se
destacan las nociones de: a) Estado democrático y de derecho;
constitucionalismo: “…Con sujeción a los principios establecidos en esta
Constitución, su conformación y funcionamiento deben sustentarse en el respeto
a la democracia interna y a la transparencia de conformidad con la ley…”; b)
Garantimos: “…Garantizar la participación de ciudadanos y ciudadanas en los
procesos políticos que contribuyan al fortalecimiento de la democracia…”; y c)
Equidad; pluralidad; soberanía popular: “…Contribuir, en igualdad de
condiciones, a la formación y manifestación de la voluntad ciudadana,
respetando el pluralismo político mediante la propuesta de candidaturas a los cargo
de elección popular…”. El incumplimiento de la primera disposición
afecta por extensión a las demás. En ese orden, a pesar del requisito
constitucional de democracia interna, los últimos procesos de elección
desarrollados por los partidos políticos han reflejado un retroceso en su
democratización.
Precisamente, es el
comportamiento autoritario de las cúpulas de los partidos políticos y, en
consecuencia, el poder que éstas ejercen al momento de escoger a sus
candidatos, lo que debe preocuparnos a todos, en un tiempo en el que tal y como
ha señalado Ronald Dworkin “…el dinero es la maldición de nuestra política”.
La desenfrenada
carrera que protagonizan los políticos detrás el dinero que necesitan para
cubrir las costosas campañas electorales, los conduce, muchas veces, a aceptar
fondos sin importar su origen, en algunos casos, a cambio de candidaturas a
cargos de elección popular, en perjuicio de los auténticos candidatos del
partido.
¿Quiénes son esos
que compran las candidaturas a cualquier precio? ¿Qué persiguen al ocupar
un escaño o una alcaldía? Esas son las interrogantes que, al momento de
entregarle una candidatura a alguien, deberían hacer reflexionar a un líder
político que procure el bienestar de su comunidad y el fortalecimiento de su
organización política.
El ejemplo del
candidato peligroso lo tenemos en la ciudad mexicana de Iguala, con el alcalde
y su supuesta participación en la desaparición, que ha conmovido al mundo, de
los cuarenta y tres estudiantes que cuestionaron su comportamiento.
En ese espejo,
propio de los candidatos del crimen organizado, deben verse nuestros dirigentes
políticos al momento de conformar y depositar en la Junta Central
Electoral y las juntas electorales los candidatos y las candidatas que
competirán en las elecciones del 15 de mayo del 2016.
0 Comentarios