Cuando mencionamos el término “estima” una lluvia de conceptos y
significados vienen a nuestra mente. Pensamos que estima es tener una buena
posición económica, un máster, un título universitario, un apellido; sin
embargo todos estos son mitos que hoy necesitamos erradicar de nuestra
mente para poder asentar nuestra estima sobre un cimiento sólido.
Nuestra estima se va formando a través de lo que recibimos de los otros,
de sus palabras y de lo que nosotros creemos de nosotros mismos. Sin embargo,
pasar por dificultades, por circunstancias dolorosas no implica no tener
estima, todo lo contrario. No se trata de tener o no tener estima sino de hacer
crecer la estima y los pensamientos de autovaloración. Cada logro, cada éxito,
cada fracaso que logramos revertir asienta nuestra estima y la hace cada vez
más fuerte.
Nuestra estima se va formando desde el momento en que nacemos y ella
dependerá en sus comienzos de las palabras, de los abrazos y del afecto que
hayamos recibido de nuestros padres o de los seres más allegados.
Tener claro que “todavía me falta seguir aprendiendo”. Esto es lo que
sabe una estima sólida, que no es perfecta, que está en construcción, que va
camino a mejorar cada día, que no sabe todo pero que cada día que pasa sigue
aprendiendo.
El pez sabe nadar, pero no sabe trepar; el mono sabe trepar pero sabe
nadar y el pato sabe nadar y volar, pero ninguna le sale bien, aunque por lo
menos sabe hacer dos; pero nadie sabe todo, la gente te va a pedir que camines
sobre el agua, que seas perfecto, pero nunca te sientas menos, estás creciendo.
Nada ni nadie puede determinar tu futuro, sólo lo harán aquellas actitudes
verdaderas o falsas que incorpores en tu mente.
Lo correcto sería así… “Corre con paciencia la carrera que tienes por
delante”. Sigue moviéndote hasta ser el número uno en tu especialidad, nadie
hace todo bien o todo mal. Hay algo que sólo tú lo haces como nadie. Descúbrete
a ti mismo. Sólo hay que seguir caminando con fe, sólo hay que seguir
moviéndose y nunca volver atrás. Si te lastimaron, te vuelves a levantar, busca
ayuda, reconstruye tu vida y sigue adelante. El lamento no es una herramienta
para los ganadores.
Del mismo modo que alimentamos el cuerpo cada día, deberíamos alimentar
el amor hacia nosotros mismos, nuestra autoestima. Tenerla “desnutrida”
nos irá convirtiendo en personas negativas, agresivas, de ésas que enrarecen el
ambiente sólo con su presencia.
Como puedo entonces nutrir mi autoestima? Deja de ser tan exigente
contigo mismo, borra las imágenes negativas que tienes de ti y resalta
tus puntos positivos. ¡Claro que los tienes¡
Aprende a decir que no cuando algo no te guste o moleste. Esto de manera
asertiva. Haz las cosas por ti, deja de hacer todo por todos olvidando lo que
realmente quieres tú.
Aléjate de las personas negativas, de las personas que no aportan a tu
vida. Rodéate en cambio de aquellas personas positivas, alegres, optimistas,
que le aporten a tu bienestar emocional. Empieza a quererte a ti mismo, pues si
no lo haces, nadie lograra quererte.
Identifica tus miedos y hazles frente. Imagínate venciéndolos uno
por uno. Supera la envidia y los celos. Acepta estos sentimientos, si los
tienes, exprésalos si hace falta… pero no dejes que te destruyan ni te
controlen.
Reflexiona, medita… Invierte unos minutos al día en ello. Duerme
bien o procúralo.
Diviértete, además de pasarlo bien, reforzarás tu sistema inmunitario.
Canaliza las emociones negativas de algún modo. No te las guardes
dentro.
Relaciónate con los demás y trátalos del mismo modo que a ti te
gustaría que te trataran a ti.
Agradece por todo, diviértete, cuídate, proporciónate momentos para ti
que te hagan sentir bien. Vive el “ahora“. Preocuparse en exceso por el futuro
sólo acarrea tristeza. Toma las riendas de tu vida. Responsabilízate y
deja de repartir culpas a los demás, la vida o el destino…
Agradece, perdona, olvida, deja ir…Ama lo que tienes, ama lo que eres y
se feliz!!!!
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