Parafilia es una desviación sexual, y la homosexualidad hasta 1973 fue
considerada unánimemente como parafilia.
Parafilia es la desviación del coito pene-vagina
entre personas adultas, el plan maestro de la naturaleza para la reproducción
de la especie. Para la psiquiatría americana esto incluye ocho trastornos:
voyerista o ‘brechero’, exhibicionista, froteurista, masoquista, sádico,
pedófilo, fetichista y travestista.
La homosexualidad cabe
perfectamente en este grupo, pero fue eliminada en 1973 por el triunfo del
Movimiento de Liberación Homosexual, después de muchos piquetes y
movilizaciones, y por su alianza con dos organizaciones clave: el caucus negro
y el movimiento feminista, las cuales desde entonces les acompañan. El triunfo
fue tan contundente que provocó una reacción en cadena: médicos, psicólogos y
enfermeras asumieron la misma agenda; países y algunas iglesias legalizaron el
matrimonio y derecho a adopción, bajo un exitoso recurso mercadológico como es
la calificación de homofóbicos a los disidentes.
Desde hace algunos años,
un sector del movimiento gay venía planteando la “completa liberación sexual”,
esto es, eliminar todas las parafilias del listado diagnóstico. Este sector
tiene organizaciones formales en las que participan psiquiatras y psicólogos,
banqueros y políticos, artistas y comunicadores.
El reclamo es: hacer lo
mismo que se hizo con la homosexualidad y reconocer las parafilias como
preferencia sexual. Hace algunos años en una reunión de la Asociación Americana
de Psiquiatría (APA) se presentó una ponencia reclamando la normalización de la
pedofilia bajo el argumento de que sexo con niños solo hace daño cuando se hace
sin el consentimiento del menor.
El reclamo por una
‘completa liberación sexual’ tiene una lamentable justificación, pues los
mismos argumentos contra la homosexualidad son los que existen contra las
parafilias, y si se normaliza una, igualmente podrían legalizarse las otras.
El gran salto lo acaba de
dar el DSM-5 (listado diagnóstico de la
APA ) con su nueva definición de parafilias (2013). Es un
salto similar al que se dio hace cuarenta años (1993) cuando se normalizó la
homosexualidad.
El DSM-5 ahora diferencia
‘parafilia’ de ‘trastorno parafílico’ y expresamente indica que “una parafilia
es una necesaria pero no suficiente condición para definir un trastorno
parafílico, y no necesariamente justifica la intervención clínica”. De modo
que, a partir de ahora, se reconoce la existencia de parafilias normales. En el
caso de la pedofilia el DSM-5 dice expresamente que si el individuo “reporta
una ausencia de sentimientos de culpa, vergüenza o ansiedad y no está limitado
funcionalmente por su impulso parafílico ni su historia indica que ha actuado
impulsivamente, entonces estos individuos tienen una orientación sexual
pedofílico pero no un trastorno pedofílico”. Esto significa la normalización de
todas las parafilias.
Hay que recordar que esto
fue lo mismo que se hizo con la homosexualidad en 1973. Primero se definió
anormalidad cuando el individuo siente o causa malestar, y luego se eliminó por
completo cualquier idea de anormalidad. Este salto, además, no vino de golpe.
Primero se cambió el término desviación por el de parafilia. Luego se redujo la
edad de consentimiento a 13 años, de modo que por encima de esa edad no se
trata de pedofilia.
Es curioso que el
DSM-aunque aclara que su lista de ocho parafilias no es exhaustiva- no incluye
entre ellas el bestialismo. Bajo el nuevo esquema del DSM-5 puede ser normal
que un hombre tenga sexo con su hijo -o con su hija-sin importar la edad, con
tal de que ambos lo consientan y no sientan culpa, vergüenza o ansiedad.
A partir de ahora solo
quedan dos caminos: o consumar la ‘completa liberación sexual’ eliminando
totalmente las parafilias del diagnóstico psiquiátrico, o dar un paso atrás y
volver a la definición de desviaciones sexuales incluyendo homosexualidad.
Esto nos lleva al borde
del precipicio, y algunos -bajo una pose de progresistas- seguirán adelante y
hasta inventarán -en lugar de homofobia- algún nuevo término como ‘parafobia’
para los atrasados que seguimos considerando como desviación el tener sexo con
niños, con cadáveres, con animales, o simplemente matarse a golpes.
EL AUTOR es psiquiatra, terapeuta familiar, escritor y
conferencista. Reside en Santo Domingo.
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