Sabías que: La Organización Mundial de la Salud
(OMS) entiende que la salud sexual es un derecho humano básico, que
incluye la capacidad para disfrutar y controlar la conducta sexual y la función
reproductiva de acuerdo con la ética social y personal.
Esta declaración implica que se debe tener la libertad
para que no se inhiba la respuesta sexual ni se altere la relación sexual por
temor, por vergüenza, por sentido de culpabilidad, por falsas creencias o
debido a otros factores. Pero también implica que se debe disponer de la
libertad para que las enfermedades orgánicas y otras deficiencias no
interfieran con la función sexual y reproductiva.
La impotencia sexual masculina, que en el campo
de la medicina se conoce como disfunción eréctil, se define como «la
incapacidad persistente o recurrente para conseguir o mantener la suficiente
rigidez del pene que permita una relación sexual satisfactoria». Por lo tanto,
el problema se restringe a la capacidad de erección del pene y no incluye
trastornos del deseo sexual (libido), la eyaculación o el orgasmo, así como a
trastornos ocasionales de la erección que pueden ocurrir en determinadas
situaciones y que no implican una alteración permanente de la erección.
Hoy en día, es preferible no emplear el
término impotencia ya que de esta manera eliminamos todo matiz
peyorativo.
No eres el único
Según recientes estudios epidemiológicos, en nuestro
país la disfunción eréctil afecta a un 12% de la población masculina entre los
25 y 70 años. Dicho porcentaje, en términos absolutos, viene a ser dos millones
de afectados. Se estima que a nivel mundial, este problema puede afectar a más
de cien millones de personas.
Pero no es un tema que se trate abiertamente. Mitos y
expectativas culturales de la sexualidad masculina han impedido a muchos
parejas buscar ayuda para un trastorno que puede, en la mayoría de los casos,
beneficiarse de un tratamiento médico, de hecho en España sólo un 16% de los
afectados decide consultar su problema con el especialista.
Así es una erección
La erección tiene lugar cuando el pene se torna
rígido, aumentando su tamaño. Esto se debe a que una mayor cantidad llega a los
tejidos internos del pene; estos tejidos reciben el nombre de cuerpos
cavernosos.
El pene, desde un punto de vista anatómico, está
compuesto de tres estructuras tubulares: dos cuerpos cavernosos y un cuerpo
esponjoso.
Por el interior del cuerpo esponjoso discurre la
uretra que es el conducto que comunica la vejiga con el exterior permitiendo el
paso de la orina y el semen y en el extremo del cuerpo esponjoso encontramos el
glande del pene.
Los cuerpos cavernosos son dos estructuras que
aumentan de rigidez con la erección, gracias a que pueden acumular sangre como
si fueran una esponja, al estar formado por pequeñas celdas que, en condiciones
normales, albergan muy poca cantidad de sangre, pero que en erección pueden
llenarse por completo.
El proceso que permite que la sangre quede atrapada en el pene se desencadena, habitualmente, en el cerebro tras un estímulo sexual o erótico (táctil, visual, olfatorio, auditivo e incluso la propia imaginación o el recuerdo de alguna experiencia). Dicho impulso nervioso viaja desde el cerebro, a través de la médula espinal, hasta los nervios del pene.
El proceso que permite que la sangre quede atrapada en el pene se desencadena, habitualmente, en el cerebro tras un estímulo sexual o erótico (táctil, visual, olfatorio, auditivo e incluso la propia imaginación o el recuerdo de alguna experiencia). Dicho impulso nervioso viaja desde el cerebro, a través de la médula espinal, hasta los nervios del pene.
La señal que envía el cerebro hace que los vasos que
llevan sangre al pene se dilaten y se incremente la cantidad de sangre que
entra en los espacios de los cuerpos cavernosos que aumentan de tamaño
impidiendo que la sangre que los ocupa pueda salir. Esta situación hace que la
sangre quede atrapada en las celdas de los cuerpos cavernosos de pene que
aumentan de tamaño e incrementan su rigidez y dureza, produciéndose así la
erección.
Cuando el estímulo finaliza o tras la eyaculación, el
proceso se revierte: el pene se vacía de sangre y recupera su estado inicial.
El pene, cuando está flácido, está parcialmente lleno
de sangre venosa que tiene poca cantidad de oxígeno, con lo que los tejidos
cavernosos tienen poca vitalidad. Cuando el pene tiene una erección entra
sangre arterial al pene, sangre con alto contenido en oxígeno, de esta manera,
los tejidos recuperan vitalidad y se produce la regeneración tisular necesaria
para que el pene funcione correctamente.
Es habitual que la actividad sexual no sea continua, y
puede resultar hasta impredecible, pero como la erección es necesaria para una
buena oxigenación, como solución a este problema se producen erecciones
automáticas durante el sueño, en concreto en cada una de las fases REM.
El sueño REM es un sueño profundo en el que se produce
un rápido movimiento de los ojos, a lo que debe su nombre (REM es el acrónimo
de Rapid Eye Movements). Durante la noche suelen darse cuatro o
cinco fases de sueño REM y tienen una duración de entre media hora y una hora,
lo que equivale a una o dos horas de sueño en erección. Por ello no es extraño
que nos despertemos en erección.
Estas erecciones son necesarias, ya que permiten el
correcto funcionamiento de la erección. De hecho, la presencia o ausencia de
este tipo de erecciones pueden ayudar a los médicos a resolver problemas de
disfunción eréctil: si las erecciones nocturnas son normales en cuanto a su
número, duración y rigidez tenemos que pensar que el problema es psicológico;
si por el contrario las erecciones nocturnas son escasas en número, en duración
o en rigidez hay que pensar que el problema es físico.
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