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El único país de la región donde se vota sin debates

Hasta la semana pasada la frase que encabeza este artículo era considerada sabiduría convencional entre los que opinaban sobre política en la Argentina. Pero este domingo 15 pasado los candidatos presidenciales Macri y Scioli, en un debate muy civilizado y de gran altura, por primera vez en la historia de ese país expusieron a los votantes sus ideas y, más importante aún, se interpelaron mutuamente.

Más de la mitad de los argentinos los escucharon. Escribimos estas líneas antes de conocerse el resultado del voto de antes de ayer. Según las encuestas previas al debate Macri llevaba una delantera. El que estaba mejor optó pues, para debatir.
Estos intercambios entre candidatos presidenciales tan comunes en Estados Unidos (¿recuerdan al sudoroso Nixon?) también han llegado a prevalecer en Centroamérica, en Honduras en el 2013, en Costa Rica, El Salvador y Panamá en el 2014 y este año en Guatemala. Allí han sido auspiciados tanto por organismos del sector privado como por universidades. Algunos que estaban mejor, mejoraron con el debate, otros empeoraron. Algunos que estaban abajo subieron y otros se hundieron más. En fin, que los cambios en los posicionamientos resultantes de debates no son predecibles.
¿Se van a quedar República Dominicana y Haití como los únicos países de la región cuyos candidatos no aceptan ir a debates electorales? ¿Por qué estos debates nunca han tenido lugar entre nosotros?
Cuando en las elecciones de 1962 Viriato Fiallo enfrentó a Juan Bosch, este último, excelente orador, donde evidenció sus cualidades fue en el debate, pero no contra Fiallo, sino contra el padre Láutico García, el cual ganó rotundamente.
Yo mismo decidí esa noche votar por don Juan. En 1966, con las tropas norteamericanas en el país, no había ambiente para un debate verbal, con trasfondo de tiroteos. Entre 1970 y 1994 ese extraordinario orador que fue Joaquín Balaguer (en 1930 al discursear este joven a favor del candidato Trujillo las masas gritaron: “¡Qué gallo que canta!”) rehusaba auspiciar elecciones democráticas, como también rechazó participar en un debate electoral con Antonio Guzmán en 1978. En 1982, con su visión ya muy afectada, Balaguer tan sólo aceptó debatir por separado, Jorge Blanco apareciendo un día con su familia y al siguiente Balaguer con una cacerola en la mano.
Balaguer tampoco debatió con Jacobo Majluta en 1986 y menos aun en 1990, como tampoco en 1994 contra otro igualmente fogoso orador como lo fue José Francisco Peña Gómez. En 1996 Leonel Fernández rehusó debatir con Peña Gómez, como tampoco lo hizo Hipólito Mejía en el 2000 contra Danilo Medina. Leonel Fernández, quien se consideraba muy superior intelectualmente a los otros candidatos tampoco debatió en el 2006 o en el 2008 y todos sabemos que en el 2012 tampoco hubo debate.
¿Se romperá el maleficio y tendremos debates antes de mayo próximo entre Medina, Abinader y los otros, o seguiremos siendo el único país de la región donde se vota sin debates y sólo en base a “spots” publicitarios y caravaneos?
El que luce estar mejor posicionado es el presidente Medina. Si se mantiene la sabiduría convencional “el que está mejor no debate”, Medina rehusará hacerlo, más cuando sus silencios han devenido en un tema importante en las críticas electorales hacia su gobierno. Luce, pues, que tendremos que esperar hasta el 2020.
Se me ocurre proponer algo que aseguraría ese debate: que se modifique la ley para que los pagos que hace la Junta Central Electoral (JCE) a los partidos tan sólo se inicien después de un primer debate. Si no nos hablan y se critican entre ellos públicamente, nada de plata de nosotros los contribuyentes y votantes.
“El votante, unido, nunca será vencido”.


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