Por Ileana Delgado Castro
La muerte es una realidad
de la que nadie se puede escapar. Sin embargo, es un tema tabú para la gran
mayoría de las personas en la sociedad. Por consiguiente, tampoco se preparan
para ese inevitable momento. Una situación que también puede hacer mucho más
difícil todo el proceso de duelo.
Y como dice
la psicóloga industrial y gerontóloga Ada Padró, la muerte es parte
de la vida y al momento no hay prueba científica de que pueda evitarse. “La
muerte sabe a pérdida y a llanto”, agrega, tras destacar que, generalmente,
alrededor de la muerte convergen unas ceremonias y procesos psicosociales que
conocemos como duelo.
“Se define
como el estado emocional de aflicción, tristeza profunda, acompañado de una
serie de signos y síntomas diversos ante la muerte de un ser querido. Estos se
supone pierdan intensidad dentro de un periodo más o menos de dos años, aunque
para muchos el duelo nunca termina”, expone la psicóloga, quien el próximo 5 de
diciembre ofrecerá una conferencia sobre el duelo y la pérdida en el adulto
mayor.
Precisamente,
con la intención de “ir más allá de una empatía intelectual en el proceso de
lidiar con duelos extraordinarios”, Padró está llevando a cabo un sondeo
en la población sobre cómo la muerte impacta al adulto mayor. Aunque dice
que es consciente que se trata de un segmento que es muy amplio y
diverso. Un grupo en el que, según señala, también se encuentra lo que ella
denomina como la “generación del sándwich” –adultos entre la edad de 42 años y
62 años que tienen muy pocas herramientas de apoyo comunitario, que trabajan,
cuidan a sus hijos y también a algún miembro de la familia de mayor edad, como
un padre, madre o un familiar cercano.
“¿Cómo
impacta a un adulto de 48 años, que trabaja y lleva una vida activa, la muerte
de su madre o padre, con el que era sumamente apegado? ¿Qué factores inciden en
que la viuda supere o no la etapa de duelo promedio? “, se pregunta Padró, tras
destacar que la viudez es un fenómeno íntimamente relacionado al adulto
mayor.
De la misma
forma señala que los grupos de apoyo para viudos son escasos “por no decir
inexistentes”. De hecho, dice que le interesa el fenómeno
demográfico de la viuda debido a que es mucho mayor al de los viudos. La
psicóloga también resalta el hecho de que con el aumento poblacional y la
accesibilidad de los medios de comunicación, el fenómeno de adultos mayores que
sufren la muerte de sus hijos es uno de los eventos más significativos que se
puede experimentar en la sociedad de hoy.
Experiencia
de aflicción. “Siempre recuerdo las palabras de un psiquiatra con el trabajé
hace mucho tiempo, que ante la pérdida de su único hijo varón adulto,
decía ‘ni mi profesión ni mi fe en Dios mitiga ni mitigará este dolor’. Por eso
se torna imperativo que los profesionales de ayuda podamos ir más allá. Son
todas estas interrogantes las que nos interesa explorar con los lectores”,
afirma Padró, tras invitar a los lectoresa participar de un breve sondeo sobre
cómo ha sido su experiencia de aflicción y duelo ante la pérdida de un ser
querido.
“Interesamos
levantar un perfil de cómo el adulto de edad media (40-62 años) interpreta y
maneja el duelo-muerte de familiares y allegados significativos, así también
cómo lo interpreta y maneja el adulto mayor de 62 años en adelante. Son dos
segmentos poblacionales con perfiles particulares”, explica la psicóloga.
Padró llama
la atención al hecho de que Puerto Rico experimenta una serie de cambios
profundos en su estructura social. Esto resulta en familias cada vez más
pequeñas, mujeres que viven muchos más años que los hombres, viejos cuidando a
viejos y niveles significativos de suicidios en hombres adultos además de
la criminalidad
“La muerte
se presenta como un evento ante el cual los adultos se enfrentan solos.
De la misma manera que cada cual envejece a su manera, la muerte se experimenta
de manera particular en cada persona”, sostiene la psicóloga, quien pone el
ejemplo de una vida en pareja de 20, 30 y hasta más de 50 años, que al
morir uno “se torna en un silencio profundo en solitario, como perder la base
en que nos sostenemos”.
“El apego
que se establece durante prácticamente toda una vida, de momento es un estresor
que causa desasosiego y una sensación de caminar sin rumbo. A este cuadro, se
añade la carencia de grupos de apoyo para viudas, viudos y otros recursos que
sean de fácil acceso, a nivel comunitario. Es un vacío a nivel de nuestra
sociedad que debe atenderse”, agrega Padró, tras resaltar un fenómeno que
también pasa mucho: padres adultos mayores enterrando a hijos
adultos.
“Tal vez
siempre ha ocurrido, pero los medios noticiosos exacerban la intensidad y
frecuencia de este tipo de evento trágico. ¿Qué podemos hacer? Se requiere de
voluntades ciudadanas y profesionales que miren hacia este cuadro social tan
repleto de recovecos, y de oportunidades para aliviar el dolor de manera
creativa”, propone Padró.
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