Por: FRANKLIN BAEZ
BRUGAL
La proximidad de las elecciones, en este caso,
presidenciales, congresuales y municipales, da origen a las más diversas
alianzas y pactos políticos.
Hace unos meses se escenificó una alianza que para
gran parte de la población fue algo “contra natura”, pero la falta de liderazgo
del principal dirigente del PRD, y la necesidad de votos en el Congreso para
asegurar la aprobación de la modificación constitucional que hiciera posible la
repostulación del Lic. Danilo Medina, lo permitieron. Hasta el momento de este
cruce de “maco con cacata”, se han beneficiado sólo unos pocos, no
visualizándose nada positivo para el país de esta unión.
Los cambios de chaqueta suceden con frecuencia, no hay
sonrojos por haber vestido todos los colores de los partidos, ni pudor por
denigrar a quien ayer alababan. Todo esto se hace sin recato ni discreción,
unos queriendo acercarse al pastel presupuestario y otros ambicionando una
alcaldía, senaduría o diputación.
En pocas palabras, creo que podríamos definir lo que
sucede como un festival de desvergüenzas.
Me parece que los compradores y vendedores de estas
efímeras lealtades, no pueden sentirse orgullosos del espectáculo que nos están
brindando; me luce que esta no es la manera de dignificar la actividad
política, tan necesitada de actuaciones diferentes y ejemplos mejores,
incentivando el clientelismo y el transfuguismo no avanzamos y se envilece aún
más lo que es necesario transformar.
Ahora bien, en política las matemáticas operan muchas
veces de manera diferente. Pues hay sumas que restan y restas que suman. En mi
opinión, actualmente tenemos uno de esos casos, pues la alianza del PRM con el
PRSC, le hace más daño que bien a Luis Abinader, quien tendrá que modificar su
discurso, ya que con esos aliados no puede hablar de cambios, cerrándose las
puertas para posibles pactos con partidos y sectores de la sociedad de tipo más
progresista.
Una buena parte de la población desea que tanto los políticos,
como los partidos modifiquen su mezquina manera de actuar, en otros lugares del
planeta con similares motivos de hastío, se ha llegado más lejos y se afirma
que “hay que cambiar los partidos para cambiar la política, y hay que cambiar
la política para poder cambiar la sociedad”. Personalmente, creo que el cambio
es algo más difícil, pues primero tendríamos que tratar de cambiar a las
personas, para que todo lo demás pueda modificarse.
Es una realidad que cada vez hay más gente en el mundo disgustada con la tradicional forma de actuar de los políticos, lo que está sucediendo en España, Venezuela, Argentina, Brasil, Guatemala, etc., así lo demuestra.
Es una realidad que cada vez hay más gente en el mundo disgustada con la tradicional forma de actuar de los políticos, lo que está sucediendo en España, Venezuela, Argentina, Brasil, Guatemala, etc., así lo demuestra.
En resumen, tenemos que cambiar profunda y
radicalmente la forma en cómo se maneja el Estado, pero para lograrlo, los
políticos tienen que ser menos egoístas y olvidarse de sacrificar el futuro del
país en aras de sus intereses inmediatos, y estar dispuestos a pagar los costos
del presente por un futuro mejor para todos.
Con los políticos que tenemos veo difícil que
transitemos ese camino.
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