Son muchas las personas que creen en Dios o un ser
espiritual, pero no están afiliados a una religión
Creen en
Dios o en un Ser Supremo, pero no se atan a dogmas o iglesias que les dicten
cómo deben vivir su espiritualidad. No son rebeldes ni ateos, aunque para
algunos feligreses de corte conservador tengan alguna tendencia hacia ello.
Ese es el caso de
Maribel, una mujer profesional de 49 años. Ella se crió en la Iglesia
católica, aunque su familia no era de esas que acudían cada domingo a misa.
Siempre sintió una conexión con una fuerza espiritual mayor, y eso no ha
cambiado. Mientras crecía fue desarrollando una relación “personal’’ con ese
Ser Supremo. Le hablaba, le rezaba, le pedía.
Dejó de asistir a
misa desde que tenía 15 años. En medio de un servicio religioso, de
momento se percató del “ritual repetitivo’’ y que no tenía nada que ver
con su relación espiritual con Dios.
“Recuerdo que
estando en misa pensé: ‘Siempre dicen lo mismo y no es lo que quiero’. A eso se
sumó el que me molestaba mucho que la Iglesia condenara a una de mis tías,
prohibiéndole comulgar, porque se había divorciado de un hombre
alcohólico. Era algo que me parecía ofensivo’’, recordó Maribel.
A lo largo de su
adolescencia y su adultez, estudió muchas religiones y se dio cuenta de que,
contrario a lo que muchos piensan, es más lo que une a las distintas
denominaciones que lo que los separa. Tomó lo mejor que encontró de cada una y
creó su propia espiritualidad.
“Para mí lo más
importante es la honestidad y no hacerles daño a los demás. Esa es mi Biblia”,
recalcó.
El caso de Rosa,
una gerente de 44 años, es similar al de Maribel.
“No creo en
ninguna religión necesariamente. Creo en Dios, pero yo no creo en ninguna de
las iglesias porque se rigen por la Biblia y no estoy segura de que lo que se
escribió en ese tiempo siga vigente o sea cierto”, dijo Rosa, una mujer
divorciada y madre de tres hijos.
“¿Siempre ha sido
así?”, le preguntó El Nuevo Día.
“He curioseado. En
algún momento fui a una iglesia evangélica con mi hermano y su familia, que son
creyentes, y me gusta y me gustaba lo que hablaba el pastor. Pero nunca he sido
miembro de una iglesia”, dijo.
“¿Cree que su
relación con Dios es menos fuerte que la de otros que van a la iglesia?”, se le
inquirió.
“No, de ninguna
manera. Todas las noches yo rezo y agradezco a Dios lo que tengo y lo que no
tengo. No creo necesario ir a una iglesia para tener una relación con Dios”,
dijo.
Rosa recalcó que
no hay algo en particular de las iglesias que conoce que le impida asistir a
ellas e insistió en que respeta mucho las creencias de los demás. “Yo respeto
cada cual con su creencia”, dijo.
La tendencia
Aunque en Puerto
Rico no hay estudios empíricos que reflejen una tendencia hacia la libertad
espiritual, en Estados Unidos la tendencia sí se comprobó.
Solo desde el 2012 se estima que unos 7.5 millones de estadounidenses no
están activos en una denominación religiosa.
A finales del año
pasado, el Pew Research Center, organización independiente que realiza análisis
sobre diversos temas y tendencias, identificó un aumento de personas que no
pertenecen a alguna congregación de fe. Ese grupo, que en inglés se conoce como
los “nones”, está mayormente compuesto por “millennials”, que son los
nacidos entre 1981 y 1996, aunque también hay personas de otras generaciones.
“Es como un
mercado diverso. Ya no es igual que las religiones de sus padres y abuelos.
Ahora son jóvenes más educados, que han ido a universidad y tienen sus
profesiones. Ellos deciden y la variedad es grande”, sostuvo el teólogo Luis
Rivera Pagán.
Nueva dimensión espiritual
Según el profesor
de teología, por un lado existe una proliferación de distintos tipos de
iglesias, de mayor y menor envergadura, algunas con nombres “muy
interesantes”, como “La Casa del Nuevo Pasto”, mencionó.
“Por otro lado hay
gente que dice que son religiosos, que en realidad creen que su vida necesita
algún tipo de dimensión espiritual pero no van a iglesias porque no están de
acuerdo con ‘x’ o ‘y’ o porque no quieren que alguien intente regir
sus vidas”, dijo.
“Esto no quiere
decir que no haya iglesias fuertes, pero es una dimensión de la religiosidad”,
sostuvo.
Para el
historiador y sociólogo de la religión Lester McGrath, lo que ha surgido es una
“espiritualidad nueva” compuesta por personas con preocupaciones más profundas.
“Hay montones de
personas de espiritualidad profunda. Eso se ve en las luchas ambientales,
ecológicas, de la mujer, contra el machismo y la violencia. Son personas que no
pisan una iglesia nunca, espiritualmente divorciados de las religiones, pero
que tienen una espiritualidad plena”, dijo.
El profesor del
Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico sostuvo que,
entre sus mismos estudiantes, ha notado que una tercera parte de ellos se
identifica como “muy espirituales”, pero no afiliados a una religión.
“Es una tribu
aparte. No tienen ninguna conexión religiosa, pero sí espiritual, con una gran
conciencia social”, señaló McGrath.
De acuerdo con
Juan Caraballo Resto, antropólogo de la religión, desde hace más de tres
décadas hay una tendencia en Estados Unidos de personas no afiliadas a una
religión.
“Desde finales de
los (años) 80 ha irrumpido con fuerza una particular forma de hablar sobre la
fe, no en términos de religión, sino de espiritualidad”, sostuvo.
Según el profesor
asociado de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Cayey, esa dicotomía
lingüística refleja ese cambio social religioso ante el aumento de los no
afiliados.
“Aunque algo de
este debate se ha importado a Puerto Rico, hay que tener claro que Puerto Rico
no es Estados Unidos. Lamentablemente en la Isla no tenemos estudios que
reseñen lo del Pew Research Center. Pero me parece que no resulta descabellado
afirmar que si bien es cierto que las iglesias de nuestro país están en
momentos coyunturales de transformación y algunas denominaciones han perdido
feligresía, otras han aumentado, manteniendo el cristianismo en una
estadística estable”, dijo.
Señaló, no
obstante, dos organizaciones recientes: Ateístas de Puerto
Rico y Humanistas Seculares de Puerto Rico, las cuales, a su juicio, “han
venido a ocupar un lugar organizado y visible en nuestro espacio
social”.
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