La agonía no
es nueva, pero las razones existenciales han cambiado. El sustento de vida hace
algunas décadas lo gobernaba lo intangible: el honor, la dignidad, los valores,
la referencia, la identidad, el amor, el compromiso, la responsabilidad, la
voluntad y el perdón. Pero el presente nos lo gobierna lo tangible: el dinero,
el confort, el consumo, el narcisismo, el estatus, la vanidad y el éxito como
sinónimo de triunfo existencial.
La cultura y la tecnología cambian de forma
tan acelerada que las personas van cambiando sus hábitos, sus costumbres y su
modelo de vida, sin darse cuenta del comportamiento social y de relativismo de
sus propios valores. Hoy se habla de la cultura de la prisa, de las relaciones desechables,
del “nada es para siempre” del “vive hoy que la vida es corta” etc. Estos
nuevos sistemas de creencias distorsionadas y limitantes han influenciado en la
necesidad enfermiza de un ser humano más vanidoso, egocentrista, personalista,
individualista y narcisista. Es decir, un ser humano que vive para el presente,
para saciar el ego, o auto-gratificarse; dejando al descubierto la ausencia de
compromiso social, de conciencia colectiva, de altruismo y de solidaridad. Esos
nuevos comportamientos empujan a la conducta deshumanizada, al trabajo sin
ética, a la pérdida del miedo y de la vergüenza. El vivir para el presente,
también, representa la negación de invertir para el futuro y la negación del
pasado. Poco le importa a ese ser humano el problema de la contaminación, de la
ganancia desmedida, del mundo financiero, de la violencia social, de las
muertes maternas e infantiles. El que vive para el presente solo les mueve su
placer, su beneficio personal, su gula, su inmediatez y auto-gratificación; aunque
es quien más se angustia por la muerte y por dejar de existir a través de la
visibilidad del éxito y de la felicidad construida; sigue siendo un ser sin
vida propia. El carácter y las emociones del que vive para el presente es
frágil, vulnerable y de tendencia a las crisis: un día sin internet les da
pánico, se angustia si no tiene cable, si no entra al Facebook o chat, se
deprime por cualquier frustración, y si no se siente validado o reconocido, o
si le acosan o le confrontan. Sin embargo, es literalmente diferente cuando se
asume vivir en el presente: ser consciente de su existencia, asumir de forma
responsable y crítica lo que acontece a su alrededor, se vive con equilibrio,
equidad y eficacia, pero también, se asume y se proyecta hacia el futuro, se ahorra,
se administra para armonizar lo interior con lo exterior, se valida más una
existencia sin entrar de forma irresponsable e inmadura en sintonizar con la
influencia de la sociedad globalizada, despersonalizada, sin identidad y sin
altruismo social. Se asume el presente sin olvidar el pasado, pero, recordar
que un exceso del pasado representa depresión y un exceso de futuro crea
angustias y pánico. Es tratar de fluir en la vida, sin miedo a las crisis, ni a
las frustraciones; aprendiendo la virtud del fracaso y la oportunidades que
generan las crisis. El presente hay que asumirlo, planificarlo, gerenciarlo de
forma armonizada sin dejarse atrapar de la gula y el consumismo.
Delai Lama dice: “solo existen dos días en el año en lo que no se puede hacer nada, uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente vivir”. La clave es vivir en el presente, sin ser esclavos de él, ni crear ataduras ni adicción a las conductas, hábitos, ni consumos que nos hacen víctimas de comportamientos adictivos. Hay que aprender con inteligencia emocional y social a confrontar la vida existencial de forma sabia y responsable. Sin perder los propósitos de la vida, del sentido de utilidad y de transcendencia, basado en la compasión, el altruismo, los vínculos, apegos sanos, sentidos de pertenencia, afectividad y valores perdurables. La trampa social es, despersonalizarse y auto-engañarse a través de vivir para el presente, sin saber cómo terminar en la vida, cómo quiero que me recuerden o quienes van a ser los compañeros de viajes. No se arruine su historia personal ni social viviendo para el presente.
Delai Lama dice: “solo existen dos días en el año en lo que no se puede hacer nada, uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente vivir”. La clave es vivir en el presente, sin ser esclavos de él, ni crear ataduras ni adicción a las conductas, hábitos, ni consumos que nos hacen víctimas de comportamientos adictivos. Hay que aprender con inteligencia emocional y social a confrontar la vida existencial de forma sabia y responsable. Sin perder los propósitos de la vida, del sentido de utilidad y de transcendencia, basado en la compasión, el altruismo, los vínculos, apegos sanos, sentidos de pertenencia, afectividad y valores perdurables. La trampa social es, despersonalizarse y auto-engañarse a través de vivir para el presente, sin saber cómo terminar en la vida, cómo quiero que me recuerden o quienes van a ser los compañeros de viajes. No se arruine su historia personal ni social viviendo para el presente.
0 Comentarios