El síndrome postvacacional es una respuesta emocional del niño ante la llegada de la escuela con sus deberes impuestos y sus rutinas estresantes. Hacer buen uso del tiempo disminuye la ansiedad y mejora la armonía familiar.
El síndrome postvacacional en niños es un estado de ánimo transitorio que afecta la adaptación a las rutinas, entre ellas las de la vida escolar. Puede ser natural después de unas vacaciones espléndidas y divertidas, sin embargo, solo ocurre en menos del 8 % de los pequeños.
La expectativa de
madrugar para ir a clases después de pasar horas haciendo los que más les gusta
resulta temible. Lo cierto es que los niños y su enorme capacidad de adaptación
logran superar el obstáculo sin mayores problemas. Sin embargo, no está de más
echarles una mano.
Causas del síndrome postvacacional
Si los niños rechazan a
las primeras la imposición de rutinas, buena parte de la responsabilidad recae
en los padres. Son estos los actores fundamentales en el control de los
elementos que componen el día a día familiar.
Un porcentaje será
atribuible a la personalidad del niño. Otro corresponderá a la estructura de la
familia, el estilo de los padres, los conflictos escolares, los problemas de
salud o el bullying,
como factores estresantes. Los mayores han de estar atentos para
descartar algunos de estos signos, dada la dificultad de los niños para
explicar lo que les pasa.
Con regularidad vemos
las consecuencias, pero no las causas, que llegan a ser múltiples y complejas.
Una forma de descarte es tener la seguridad de haber hecho lo mejor posible en
el mantenimiento de pautas, normas y condiciones armónicas.
¿Cómo ayudar a un niño a superar el síndrome
postvacacional?
Como en muchas otras
situaciones conflictivas, la comunicación es la clave para iniciar el
camino a la solución. Romper el silencio, el ostracismo y traspasar el muro que
levantan el mal humor y la ansiedad deriva
en un bálsamo que alivia las tensiones. Llegar ahí no es fácil.
Ante los signos del
síndrome postvacacional en niños (presentan irritación y serias negativas a
practicar el régimen de las rutinas) no los forcemos ni recriminemos. Hagámonos
copartícipes de las responsabilidades que se avecinan en el nuevo periodo
escolar. Más si han cambiado de
escuela.
Indagar las causas
Dar con los factores que
están produciendo el trastorno es un primer paso en el camino a superar el
síndrome postvacacional en niños. Revisar los horarios de descanso, de juego y
de responsabilidades, y actuar en el caso de que se solapen.
Si al pasar revista al
interior de la familia no se advierten mayores contratiempos, tal vez la causa
esté afuera. El niño tendrá dificultades para llegar a las palabras si lo
afectan personalmente. Nos toca dirigir preguntas sobre compañeros y maestros,
sobre el día en la escuela,
lograr que represente o dibuje escenas escolares. Cualquier mecanismo de
expresión es válido.
Acompañamiento
En las vacaciones los
adultos han estado la mayor parte del tiempo con los niños. La separación que
trae el término de las mismas no será bien recibida.
Buscar la manera de
acompañarlos, de llevarlos a la escuela y permanecer un rato y despedirse son
maneras de crear puentes, hilos y redes. Así se logra que las transiciones
no sean bruscas.
Brindar confianza y seguridad
Los padres tienen una
perspectiva sobre los problemas matizada por la experiencia. Los niños que se
sienten desprotegidos asumen que la situación desagradable es total y sin
salida. Hay que buscar la forma de solucionar juntos.
Conocer el entorno
Los padres deben prestar
atención al entorno en el que se mueven y con el que interactúan los niños.
Funciona para los alrededores y más allá del hogar, lo que incluye
vecinos, amigos y la escuela.
Esta última debe ser
visitada con frecuencia por los adultos, quienes han de procurar establecer
conversaciones con el personal directivo, los maestros y los
cuidadores. De estas charlas se deducen estados de conciencia, formas de
pensar y criterios.
Los adultos deben tratar
de llegar al fondo en las relaciones que pudieran afectar a los pequeños. No se
trata de sobreprotección, sino de saber y reconocer que la seguridad y la
confianza en la escuela es una construcción social y colectiva.
¿Cómo prevenir el síndrome postvacacional en
niños?
Como se quiere organizar
y planificar, lo estratégico es la previsión. Los calendarios escolares
están pautados con anterioridad; aprovechemos esto para que la agenda incluya
retrasos e imprevistos. Y ajustémonos a ella con el entusiasmo de ganarle
tiempo al tiempo.
A continuación se
proponen una serie de acciones que tienen que ver con el manejo autónomo y
personal de los horarios. No obstante, han de estar ajustados a gustos y
necesidades, como apegados a las obligaciones laborales y sociales.
Preparar con el niño los útiles
Con días de
anticipación, los padres pueden incorporar a los niños en la tarea de forrar e
identificar sus nuevos útiles. Siempre emociona el olor del papel y los
colores vivos de tintas y pegatinas. Preparar la mochila y rectificarla es
una rutina previa capaz de inducir los mejores deseos.
Los saltos bruscos no
son fácilmente tolerables. Si venían de dormir a deshoras, volver al madrugón
escolar es traumático. Con antelación hay que ajustar las manecillas del reloj
y acercar cada vez más la hora de dormir.
La preparación también
abarca a los temas y asignaciones. Refrescar conceptos y dinámicas, tocar de
soslayo el contenido de materias atractivas, naturales o geográficas prepara el
impulso de los niños a la escuela. La idea es acondicionar, abonando el
terreno.
Comunicar buen ánimo
Si las preocupaciones y
el estrés se reflejan y transmiten, otro tanto sucede con el buen ánimo. La
vida es complicada, pero debemos proteger a los niños.
No es meterlos en una
burbuja. Sino entender que la inteligencia emocional de la familia se
establece sobre la base de alianzas y redes de apoyo que facilitan su
desarrollo.
La unidad del hogar,
entre sus miembros cercanos y los de más allá, funda su éxito en la fluidez de
las comunicaciones que abrazan y celebran las transiciones, los cambios y la
superación de etapas. El niño necesita sentirse parte, integrado y
reconocido.
Planificar es diseñar la libertad
Los adultos están
llamados a organizar bien sus días, de lo contrario, los apremios innecesarios
introducirán factores de malestar en la vida de los niños. Por ejemplo, la
prisa denota inmadurez y es un elemento desencadenante de estrés que irradia de
los mayores a los hijos. De igual manera, procrastinar acumula
tareas que más temprano que tarde derivarán en desesperación.
Pero si hay
organización, los padres dispondrán de planes y rutinas que incluyan la
diversión y el esparcimiento. Los niños lo necesitan como respirar. El síndrome
postvacacional no es sino un síntoma de que se está por perder la sensación de
libertad.
Es imprescindible
agendar paseos, fijar rutas e itinerarios, ponerles fechas. En conjunto,
organizar los preparativos entre semana, para así poder aprovechar al máximo
los días libres.
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