Por: Maria Fatima Seppi Vinuales
La ansiedad suele ir de la mano de otros problemas de
salud. Es importante modificar ciertos hábitos para evitar que se repita constantemente.
Descubre algunas recomendaciones.
Los hábitos de ansiedad han llegado a normalizarse. Es cierto que la mayoría de las personas experimentan cierta dosis de ansiedad en su día a día. Al fin y al cabo, es casi inevitable tener cierta mirada hacia el futuro. Este estado se considera defensivo y preparatorio, dado que permite ver un poco más allá y ensayar escenarios.
No obstante, cuando está basada en la preocupación
constante o sobre múltiples asuntos, provoca la sensación de que «el asunto
sobrepasa». De cualquier modo, hay que saber que es posible ejercer
control sobre este estado mental. Existen algunas acciones que
permiten disminuirla, así como también hay hábitos que la potencian. A
continuación, detallamos más al respecto.
Hábitos que desencadenan la ansiedad
En ocasiones, es difícil darse cuenta que determinados
hábitos detonan la ansiedad. Tenemos la tendencia a evaluar y a analizar solo
lo que sentimos y no lo que nos llevó a eso. Pero, ¿cuáles son esas acciones
que provocan este estado? Quizá hay muchas. No obstante, compartimos las más
relevantes.
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Tener conductas poco saludables
La ansiedad tiene un componente fisiológico clave. Por
eso, el cuidado de la salud física también influye en su presencia o
disminución. En consecuencia, lo idóneo es aplicar lo siguiente:
- Dormir
lo suficiente.
- Mantener
una buena alimentación.
- Evitar
el abuso de sustancias estimulantes como la cafeína, alcohol,
psicofármacos o drogas.
- Realizar
una caminata diaria de al menos 15 minutos.
- Hacer
cualquier otra forma de ejercicio físico.
Justificarse sobre estar preocupado
Entre los motivos que explican por qué se mantienen los
hábitos de ansiedad están las creencias acerca de porqué es útil preocuparse,
es decir, una justificación. Por ejemplo, las personas con ansiedad
quedan «atrapadas» en un bucle ansioso porque consideran que si se
preocupan podrán evitar o controlar aquello que temen que suceda.
También piensan que al visualizar la escena futura, estarán
mejor preparados para afrontarla. Incluso el factor motivacional interviene.
Refieren que, al preocuparse, se motivan a hacer lo que deben hacer. Sin
embargo, la preocupación es desmedida y no adaptativa. Así, termina
por sumir a la persona en el estrés constante.
Llenarse de compromisos
A veces, la planificación del día se realiza como si
hubiesen más de 24 horas para cumplir con todos los compromisos. Se
olvida que el cuerpo no puede resistir tantas cosas en poco tiempo. Pero
lejos de la realidad, el día es limitado y el cuerpo responde con señales de
exceso.
Decir que sí a todo, aceptar todos los eventos sociales,
anotarse en todos los cursos y hacer todas las tareas domésticas es una suma de
cosas que ninguna persona es capaz de hacer sin pagar un alto costo.
Por lo tanto, es lógico que ante un día plagado de
compromisos, sin tiempo si quiera de detenerse a descansar, incremente la
ansiedad y el estrés. Es fundamental aprender a poner límites y
respetar los tiempos para el descanso y el trabajo.
Otros hábitos ansiosos que alimentan el
malestar
Al igual que tomar demasiados compromisos, procrastinar y dejar todo para último momento también
genera ansiedad. Entre otras cosas, resulta perjudicial lo siguiente:
- Fumar
y consumir bebidas alcohólicas.
- Saltarse
las comidas.
- Quedarse
encerrado todo el día.
- Chequear
de manera constante el celular.
¿Cómo romper el ciclo
de los hábitos de ansiedad?
El inconveniente con la
ansiedad es que trae más ansiedad. Al comienzo, preocupan algunas situaciones
(por ejemplo, que nos vaya mal en un examen), pero luego, cuando crece, es la
preocupación a estar preocupado (meta-preocupación)
o la ansiedad por ansioso
(meta-ansiedad) lo que empieza a causar estrés y tensión.
Esto suele hacerse
presente en frases como «mis pensamientos me van a enfermar». Así pues, es muy importante intervenir ese
ciclo de hábitos ansiosos que se presentan en un bucle sin fin. Algunas de las
estrategias que se suelen emplear son las mencionadas a continuación.
Cuestionar el
pensamiento y procurar cambiarlo
Justificar el modo de
pensar y de actuar no nos saca del lugar de la ansiedad, sino todo lo
contrario, nos ancla a ella. Entonces, una de las primeras cosas que se deben
tener en cuenta es aprender a «mapear la ansiedad».
¿Qué cosas la disparan?
¿Cómo nos sentimos? Hay que aprender de la ansiedad para poder advertirla a
tiempo y prevenirla. O sea, animarse a cuestionar todas aquellas razones que
hacen creer que preocuparse es correcto, en lugar de «ocuparse».
Crear nuevos hábitos
De la mano de lo
anterior, se desprende la importancia de ser capaces de desarrollar nuevos
hábitos y tener conductas más amigables y respetuosas con nosotros mismos. Aquí
también encontraremos obstáculos reales y otros que responden más bien a
excusas, pero hay que desafiarlos.
¿No es posible hacer
ejercicio todos los días? Podemos usar
las escaleras en lugar del ascensor, o bien, bajar una parada antes del autobús
y caminar unas cuadras antes de llegar al trabajo. Es decir, siempre hay
oportunidades para sentirse mejor, solo hay que saber buscarlas.
Practicar mindfulness y
relajación
En la actualidad, como
parte de las técnicas para interrumpir los hábitos de ansiedad, se emplean los
ejercicios de mindfulness y la relajación. Este se basa en la atención plena
«aquí y ahora», por lo que busca interrumpir el flujo de pensamientos ansiosos,
orientados al futuro. Con la relajación también se obtienen recursos para
controlar la respiración y para aprender a calmarse.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
La preocupación, cuando se presenta de manera moderada, es
funcional y adaptativa, ya que nos activa de una manera saludable y nos
moviliza a resolver los asuntos. Sin embargo, cuando traspasa cierto umbral,
genera malestar o se da de manera sostenida, se convierte en disfuncional y
poco saludable. En este sentido, es importante consultar con un profesional.
Algunas personas suelen experimentar ataques
de pánico de manera repentina, con picos ansiosos de gran intensidad
en un lapso de tiempo muy corto, pero de breve duración. No obstante, la
persona lo vivencia «como eterno» y con gran angustia, ya que tiene la
sensación de muerte o de peligro inminente.
En muchos casos, estos ataques refuerzan la ansiedad porque
la persona empieza a estar más preocupada porque se repita el episodio.
Incluso, a veces, derivan en aislamiento y evitación de situaciones sociales.
El profesional determinará qué estrategias seguir para controlarlo. Algunas de
las más frecuentes son las siguientes:
- Psicoeducación.
- Relajación.
- Terapia
cognitivo-conductual para aprender a cuestionar los pensamientos.
- Prescripción
de psicofármacos.
Hay que dejar de normalizar la
ansiedad en todas sus formas
Hay que pensar en la ansiedad
como una alarma de incendios que se enciende frente a determinados estímulos y
en ciertos momentos. Cuando esto sucede, es posible activar medidas para
ponernos a salvo. Sin embargo, si la alarma suena todo el tiempo, afecta el
descanso, la concentración y, en general, el bienestar. Por eso, no puede estar
encendida todo el tiempo.
Entonces, como haríamos para
callar un ruido molesto, también debemos actuar frente a la ansiedad excesiva.
A pesar de que el ritmo vertiginoso de los tiempos actuales nos anima a seguir
corriendo, no hay que normalizar determinados niveles o hábitos de ansiedad que
atentan contra el bienestar. Menos aún si consideramos que puede derivar en
otros problemas de salud.
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