Por Agencias
Redacción.- El
calentamiento global y el cambio climático preocupan por sus
consecuencias ya palpables en todo el mundo. De allí que de un tiempo a esta
parte se haya puesto especial énfasis en la importancia de que cada persona
reduzca al máximo su huella de carbono, esto es, la cantidad de
gases emitidos como consecuencia de sus consumos y actividades.
En ese sentido, un nuevo
estudio de la Universidad de Tulane, de Nueva Orleans, Estados Unidos,
comparó las dietas más populares tanto en su calidad
nutricional como en el impacto ambiental y encontró que las dietas keto
(cetogénica) y paleo, tal como las llevan a cabo los adultos estadounidenses,
se encontraban entre las más altas en emisiones de carbono. Además,
obtuvieron los puntajes más bajos en calidad nutricional general.
Se estimó por ejemplo que la
dieta cetogénica, que prioriza altas cantidades de grasas y bajas cantidades
de carbohidratos, genera casi tres kilos de dióxido de carbono por cada 1.000
calorías consumidas, mientras que la conocida como dieta paleo, que evita los
cereales en favor de las carnes, los frutos secos y las verduras, recibió el
siguiente puntaje de calidad de dieta más bajo y también tuvo
una huella de carbono alta, con 2,6 kilos de dióxido de carbono por cada 1.000
calorías.
“El cambio climático sigue
siendo una amenaza creciente para la salud y la sostenibilidad de las poblaciones
del mundo. El sistema alimentario actual contribuye sustancialmente a estos
problemas ambientales —plantearon los investigadores en la publicación del
trabajo en The American Journal of Clinical Nutrition—. De particular interés
es cómo los cambios en estos sistemas alimentarios podrían contribuir tanto a
la salud de la población como a la sostenibilidad ambiental en el futuro,
siendo las elecciones dietéticas un factor determinante clave.
Y tras asegurar que “la
demanda de los consumidores, demostrada por lo que las personas eligen comprar
y comer, tiene el potencial de cambiar las tendencias de producción”,
destacaron que “identificar tipos de dietas que apoyen la salud individual y la
sustentabilidad ambiental es el primer paso en el desarrollo de estrategias
educativas y de comunicación para cambiar los comportamientos de los
consumidores para apoyar esto”.
Para el estudio, los
investigadores compilaron puntajes de calidad de la dieta utilizando datos de
más de 16.000 dietas de adultos recopilados por la Encuesta Nacional de
Examen de Salud y Nutrición de los Centros para el Control y
Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). A las dietas
individuales se les asignaron valores de puntos basados en el índice federal de
alimentación saludable y se calcularon las puntuaciones promedio para quienes
consumían cada tipo de dieta.
“Sospechábamos los impactos
climáticos negativos porque están centrados en la carne, pero nadie había
comparado realmente todas estas dietas, ya que son elegidas por individuos, en
lugar de prescritas por expertos, entre sí usando un marco común”,
sostuvo el autor principal del estudio, Diego Rose, profesor y director del
programa de Nutrición de la Facultad de Salud Pública y Medicina Tropical de la
Universidad de Tulane sobre los hallazgos de lo que fue el primer estudio que
midió las huellas de carbono de cada dieta, tal como la consumen los adultos
estadounidenses, y en comparación con otras dietas comunes.
En el otro extremo, los
investigadores vieron que una dieta vegana tiene el menor impacto en el
clima, generando 0,7 kilos de dióxido de carbono por cada 1.000 calorías
consumidas, lo que representa menos de una cuarta parte del impacto de la dieta
cetogénica. En cuanto al impacto ambiental, la dieta vegana fue seguida por
las dietas vegetariana y pescetariana.
En tanto si de calidad
nutricional se trata, la dieta pescetariana —entendida como aquella que
excluye la carne como alimento de origen animal, pero no el pescado— obtuvo
la puntuación más alta entre las dietas analizadas, seguida por las dietas vegetariana
y vegana.
La dieta omnívora era la que
seguían el 86% de los participantes de la encuesta, y se situó
directamente en la mitad entre calidad y sostenibilidad. Según los hallazgos,
si un tercio de las personas con dietas omnívoras comenzaran a comer una dieta
vegetariana, en promedio para un día determinado, sería equivalente a
eliminar 340 millones de millas de vehículos de pasajeros.
Notablemente, sin embargo,
cuando aquellos con dietas omnívoras optaron por las versiones de la dieta DASH
con limitación de carnes grasas o mediterráneas, más vegetales, mejoraron tanto
las huellas de carbono como los puntajes de calidad nutricional.
“El cambio climático es
posiblemente uno de los problemas más apremiantes de nuestro tiempo, y mucha
gente está interesada en pasar a una dieta basada en plantas”,
reconoció Rose, para quien según los resultados de su trabajo, “eso reduciría
su huella y sería saludable en general”. “Nuestra investigación también muestra
que hay una manera de mejorar la salud y la huella de carbono sin renunciar por
completo a la carne”, agregó.
De cara al futuro, Rose
todavía tiene preguntas sobre cómo fomentar hábitos alimenticios que
sean mejores para las personas y el planeta.
Un estudio respaldado por las
Naciones Unidas en 2021 había hallado que el 34% de las emisiones de
gases de efecto invernadero provienen del sistema alimentario. La
mayor parte de esas emisiones proviene de la producción de alimentos, entre los
que la carne vacuna aparece como responsable de ocho a diez veces más emisiones
que la producción de pollo y más de 20 veces más emisiones que la producción de
nueces y legumbres.
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