Un cambio de tiempo tan marcado como es el fin de un año y comienzo del siguiente es el momento que muchas personas eligen para hacer balance de logros conseguidos y fijarse nuevas metas. Sin embargo, es necesario tener una estrategia para hacerlo de forma eficaz, evitar el abandono de los nuevos propósitos antes de que empiece febrero y no caer en la frustración si los objetivos no son alcanzados, precisamente porque no han sido bien planteados.
Por Covadonga Díaz
El final del año, al igual que sucede con el comienzo del
curso escolar y la habitual vuelta de vacaciones en septiembre, es un
buen momento para reflexionar sobre lo que ha sucedido en los últimos doce
meses y trazar la hoja de ruta para los siguientes.
Sin embargo, en muchos casos la mayor parte de los
nuevos propósitos "no sobreviven al mes de febrero", señala el
psicólogo Luis Miguel Real porque
se formulan desde la confianza excesiva en la fuerza de voluntad, el optimismo
generalizado de estos días festivos y los buenos deseos, pero sin una
planificación indicada que ayude a su cumplimiento.
En la misma línea se pronuncia la psicóloga clínica Laura Fuster,
quien destaca el error de concebir los buenos propósitos como una
especie de carta a los Reyes Magos. "No hablamos de cerrar los ojos y
pedir un deseo", sino que requieren un plan.
Primer paso: planificar los propósitos de Año
Nuevo
La palabra clave es planificación. En caso contrario es
mucho más probable que no logremos esos objetivos que nos marcamos y a la hora
de hacer balance y echar la vista atrás sobre lo que ha sido el año es
fácil que "nos sintamos frustrados si vemos que año tras año
fracasamos en nuestros intentos de cambiar determinados aspectos de
nuestras vidas", explica Real.
"Tenemos que evitar flagelarnos innecesariamente.
Es muy probable que ante fracasos reiterados pensemos que somos personas
débiles y sin fuerza de voluntad y estos pensamientos son muy peligrosos para
nuestra autoestima.
Tenemos que evitarlos porque no ayudan y no se ajustan a la realidad",
apunta este psicólogo.
Aprender de los intentos fallidos
Así, Real advierte de que no hay que dejarse llevar
por el desánimo a la hora de reconocer los intentos fallidos, sino ver que
son una oportunidad para observar lo que ha sucedido y plantear los mismos
propósitos pero de un modo diferente.
Como punto de partida es fundamental escoger uno o varios
propósitos, pero siempre un número reducido. Si se intentan cambiar
muchas cosas a la vez, es más probable que no se alcance el éxito en ninguna.
Una vez elegidos los objetivos es conveniente parcelarlos e ir fijando metas
intermedias y concretas. "Mejor que decir 'voy a bajar de peso en general
o voy a perder 15 kilos', lo más indicado es decidir cuánto peso voy a intentar
reducir cada semana", explica Real.
En la misma línea se pronuncia Fuster, quien dice que
pensar en realizar ejercicio físico no
parece un planteamiento bien diseñado porque resulta demasiado abstracto y
abierto. "Sería mucho mejor decirnos 'a partir del día 2 de enero
saldré a correr todos los martes de 8 a 8:30".
Cómo voy a conseguir los objetivos
Es necesario dedicar un tiempo a pensar "cómo quiero
conseguir esos objetivos de una forma realista. No basta con decir voy a ir al
gimnasio. Tengo que analizar mis obligaciones semanales, mis huecos
libres y ver dónde puedo insertar la nueva actividad", apunta
Real.
Todo ello tiene que ser planificado teniendo en
cuenta el estilo de vida previo. "Si ya tengo que madrugar mucho para
ir a trabajar y pienso en salir a correr antes de iniciar el trabajo es más
probable que no pueda introducir ese nuevo hábito, tengo que pensar bien dónde
encaja mejor esa nueva actividad que quiero introducir para implementarla sin
que me suponga un esfuerzo tan grande que me lleve a abandonar", señala
este psicólogo.
Quizá para introducir la nueva actividad sea necesario
abrir un nuevo hueco en la agenda, es decir, "que tengo que cambiar otras
cosas de mi vida. Para llevar una vida más saludable y salir a correr
por la mañana antes de ir a trabajar, quizá vea que tengo que acostarme antes y
no puedo estar hasta altas horas de la madrugada viendo una serie. Necesitaré
sacrificar ocio nocturno".
Objetivos realistas y sostenibles
Otra pauta es elegir objetivos realistas y sostenibles.
"Si nunca he hecho ejercicio físico, no parece adecuado pensar en que
voy a ir al gimnasio todos los días. Quizá lo más conveniente es empezar
por dos o tres jornadas y cuando he consolidado este hábito ir aumentando la
frecuencia si veo que me sienta bien", indica Real. La clave está
en empezar progresivamente e ir aumentando el desafío.
En la misma línea se pronuncia Fuster, que insiste en la
conveniencia de ir de menos a más, con una acción concreta y, en principio,
pequeña pero que a medida que se va consolidando y convirtiendo en un hábito
puede ser ampliada.
Alternativas para no dejar arrastrar por las
excusas
Otra recomendación es pensar alternativas por si en algún
momento no podemos llevar a cabo el plan. “Por ejemplo, si llueve haré
ejercicio en casa o si el martes trabajo hasta tarde saldré a correr el
miércoles”, ejemplifica Fuster, quien destaca que es "bueno tener
fijados planes opcionales para ser constantes en nuestro objetivo y no
utilizar como excusas las pequeñas dificultades que pueden surgir para
abandonarlo".
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