Por: Lic. Ramón A. Martínez Henríquez
(ramón_m01@hotmail.com)
Eduardo Gudynas nos deja ver que la naturaleza
posee valores de carácter intrínsecos o propios, que están en ella por sí
misma, sin que su peso valorativo le sea agregado por la utilidad que
representa para el ser humano. Así Gudynas posee u.na concepción biocéntrica de la naturaleza,
que defiende un sí-mismo ecológico, es decir, abierto al medio y desembarazado
de toda individualidad, lo que le abre las puertas a un debate ético extendido.
En consecuencia esta visión de ética ambiental biocéntrica que nos presenta
Gudynas, está marcada por una identificación con la naturaleza, donde el ser
humano se entienda en relación a ella; por una pluralidad de valoraciones, que
no se opone de manera rotunda a las económicas, culturales etc.
Ahora la pluralidad de valoraciones si vienen
a ser evaluadas en relación a la realidad en las que se incorporen, o sea que
se acepte una valoración económica pero en relación a otras, se puede dar paso
al uso del concepto de Patrimonio Natural. Lo que según nuestro autor nos lleva
a percatarnos, de que la conservación pasa a estar basamentada en los valores
propios del ambiente. De modo que esto nos conduce a reconocer nuestro
compromiso con la vida, y a fomentar una conservación razonable de nuestro
hábitat.
Cuando se identifica la esencia de las
apreciaciones que sobre la Naturaleza se hacen, tomando como base el
pensamiento de Gudynas, nos encontramos con una mirada orientada hacia una
salvaguarda de la Naturaleza que no presenta una orientación meramente
utilitaria, tal cual establece el antropocentrismo, sino que se perfila por los
aspectos propios en valor de cada especie en relación a su espacio vital. La
adecuación de las valoraciones por medio a un reconocimiento de los recursos
naturales, como guiados por apreciaciones de valor inherente en los mismos, se
coloca como cabeza en la noción de defensa de la Naturaleza.
La idea de que en relación a la Naturaleza y a
sus recursos, persigue esta concepción abalada por Gudynas, permite propiciar
un mejor estado de bienestar al medio ambiente, donde el acceso de la mano
humana este delimitado por un uso consciente, y a la vez equilibrado de las
riquezas naturales con las que cuenta el medio-entorno.
Aquí se da un gran espacio a acciones
dirigidas hacia la conservación del medio, pero no viéndolas como el resultado
de actos movidos por fines utilitarios, en los que los sujetos defienden los
recursos atendiendo a los beneficios que de estos puedan extraer. La visión del
pensamiento guiada por una estima del entorno viéndolo como medio de vida
posible, para la humanidad y las múltiples especies vivas que le componen, es
la concepción abrigada por la valoración de un medio saludable no tan solo para
las comunidades humanas, sino también para la
Naturaleza en sí misma.
En la defensa de una ética ambiental Gudynas
se identifica con aquella de carácter biocéntrico, debido a que la misma
sugiere una apelación hacia el derecho a la vida que posee por sí mismo todo
organismo vivo, dando a entender que la conservación de la existencia de la
vida en el planeta, se constituye en columna principal a la hora de evaluar un
bienestar favorable en la biosfera. Esta concepción de primero la vida, se debe
entender en Gudynas como una faceta de concientización acabada, sobre lo
trascendental que se convierte para los seres humanos, el conservar la
integridad de un medio ambiente saludable, para de este modo, no solo cuidar su
estado como seres o especies vivas presentes, sino también futuras.
Cuando se cristaliza en el ser humano la
noción de comprender que la salvaguarda del medio-entorno, se ubica como
esencial en la consecución de una vida armónica, se puede dar lugar a decir,
que en lo íntimo de él se han llevado a cabo una serie de apreciaciones sobre
el medio ambiente en su inmensa amplitud; que le impelen hacia la acción de
considerar a los distintos ecosistemas que conforman la Tierra, y a los seres
vivos que en ellos habitan, como poseedores de una valoración que les
caracteriza por lo que ellos mismos constituyen, lo que se aleja de los fines
que se persiguen en una visión de otro orden valorativo sobre el medio
ambiente, y las variadas riquezas naturales que les son propias. Por lo que
esto nos lleva a pensar, que ver al medio como parte de nuestra propia vida,
nos formaría una más eficiente responsabilidad hacia él.
El ser humano dentro de su consideración
cuidadora sobre el medio ambiente, además se ve necesitado de una búsqueda de
mejor estado de vida, que le propicie un vínculo de desarrollo identificado
como sostenible; lo que quiere decir, que dentro de la estima del entorno que
los sujetos se construyan también debe existir una área para dar lugar, a un
uso de los recursos naturales. Ahora se debe poner en claro de inmediato, que
la idea de un desarrollo sostenible al apoyar un uso de los recursos naturales,
a la vez reconoce una utilidad sostenible sobre los mismos, o sea, que se
introduce la mano humana a la Naturaleza pero de forma balanceada, lo que
representa un equilibrio en el manejo del medio, en unos casos más marcados que
en otros.
En la senda hacia un desarrollo sostenible se
desprenden distintas posturas, sobre cómo evaluar las implicaciones
ético-ambientales que se dan en la búsqueda de tales resultados, por esto se
entiende que el ver los resultados venidos de este proceso de avanzada, por
medio a distintas corrientes que paso a paso aumentaban su poder valorativo
sobre el medio-entorno, se convierte en un factor decisivo para determinar la
mejoría de nuestras concepciones de frente al medio ambiente.
Al darse un proceso que incluya dentro de sí
la defensa de un desarrollo sostenible, el que se de entrada a discusiones de
carácter ético que mezclen tanto a lo humano como a lo ambiental, es cosa que
ha de esperarse, por lo que en este trayecto la emergencia de corrientes
distintas a la hora de concebir el medio-entorno, y la responsabilidad de los
seres humanos de frente a este, es una actitud que hemos de pensar como
aceptable puesto que estas nociones sobre el medio, responden a estimaciones
que vienen con cargas precedentes en la historia, acerca de la noción de
Naturaleza y de su utilidad. Pues es conocido el hecho de cómo en siglos
anteriores la mirada hacia la Naturaleza y sus recursos, era entendida como
recogida en las limitantes de un bien provisto a los grupos humanos para su
aprovechamiento, sin dar espacio a una forma de aprecio que le viera como
poseedora de valor por sí misma.
Al partir de un trato relacional entre
sujeto-medio ambiente, hay que destacar las perspectivas de sostenibilidad que
se destacan en estos espacios, y una de éstas ligadas a un espíritu de
trayectoria antropocéntrica con respecto al entorno, es la conocida como
sustentabilidad débil, pues esta entiende que solo por medio a una vinculación
del sujeto con un entorno dispuesto para ser utilizado, es donde se cristaliza
todo el proceso de oportunidades viables en lo relativo al roce relacional ser
humano-medio ambiente. Lo que le posiciona como una postura que ante todo
mantiene su mirada en lo humano.
La avanzada de un desarrollo sostenible cada
día más vinculado a un creciente proceso de concientización acerca de la
importancia del medio, para todas las formas de vida, ha devenido en el
establecimiento de una sostenibilidad de carácter fuerte, en la que se
compromete tanto a individuos como a
colectivos humanos; a la aceptación y ejecución de un trato ambiental cada vez
más satisfactorio, que cumpla con los fines de conservación perseguidos por los
distintos sectores pro-ambientalistas a nivel planetario. Aunque se debe
destacar, que las valoraciones de carácter utilitario dentro de esta
concepción, aun y se dé lugar a debates éticos considerables, no es cosa que
desaparezca del todo, pues el interés por los fines antropocéntricos se
superponen.
Por último dando un cambio considerable a las
relaciones con el entorno, la marcha de la sostenibilidad se lanza hacia una
concepción que entiende la conservación de la vida del mundo ambiental, como el
foco de atención sobre el cual fundar los principios para una defensa ampliada
de los diversos ecosistemas, que constituyen los espacios geográficos de vida
del planeta; además de presentarse la propuesta de ver al medio como cargado de
valía propia. Lo que conduce a una nueva y mejorada estimación del medio
ambiente, donde el ser humano comienza a verse como un individuo adherido al
entorno en la propia dinámica de su existencia, y por lo tanto la
identificación de éste con el medio, se constituye en trato relacional y no
individual con el entorno.
La posición de un biocentrismo en las
consideraciones sobre el medio, plantea un enfoque de apreciación del entorno
de manera holista, donde coinciden una multiplicidad de valoraciones sobre la
naturaleza, tanto desde el punto económico hasta la faceta conservacionista del
medio, ligado todo esto a la idea de valores intrínsecos en la naturaleza,
donde se le otorga a la misma el reconocimiento a su aprecio y estimación, por
medio a lo que esta representa en sí, y por su gran aporte a la continuidad de
la vida sobre la Tierra.
El principio ético que dirige la postura del
biocentrismo, se circunscribe en un compromiso generalizado de todos los grupos
humanos con la continuidad de un todo vivo, donde la Naturaleza se posicione
como ente indispensable para la vida humana y no humana; provocando una
atención hacia ella que supera las antiguas cosmovisiones que le
caracterizaban, con esto se evita caer de nuevo en el posicionamiento de la
especie humana como la entidad única a ocupar el centro de atención, en cuanto
a pensar la realidad global se refiere.
Al mirar el todo vivencial de los seres
humanos en relación con el medio desde el biocentrismo, se convierte en muy
significativo el constatar como los sujetos se tornan en otro nivel de
apreciación sobre el medio-entorno; lo que propicia que se incluyan valores
sobre la Naturaleza y sus recursos, que vayan más allá de las estimaciones de uso y utilidad.
En consecuencia con esto se hace una proyección hacia el reconocimiento de
valores propios en el entorno, los cuales se dedican a la función de aceptar
como valioso a los recursos naturales aun y cuando el factor económico, no sea
un carácter resaltable dentro de ciertos ecosistemas.
La tendencia de las perspectivas
ético-ambientales expuestas a nivel histórico, han estado ampliamente
caracterizadas por el valor economicista de los recursos de la Naturaleza, lo
que sin embargo, dentro del biocentrismo no se ve como la cualidad
indispensable que ha de dominar, con vías a una visión oficial de la realidad
medio ambiental. En consecuencia el valor económico que sobre el medio ambiente
se tenga, queda entendido aquí como una forma más de valoración dentro del
biocentrismo, cosa que nos lleva a hacer mención de la idea de Patrimonio
Natural defendida por Eduardo Gudynas.
Entender el medio a través del concepto de
Patrimonio Natural emergido de una posición biocéntrica, se ubica en una faceta
de mejor cuidado a la Naturaleza, pues se impone el compromiso de las
generaciones presentes para con las venideras, lo que impulsa hacia una
conservación del medio-entorno motivada por el hecho de entregar a los grupos
humanos posteriores, un ambiente saludable y dentro de los rangos de
estabilidad considerables. Se entiende que por medio a la conservación de un
ambiente equilibrado, donde los diversos ecosistemas que conforman el conjunto
vivo, puedan concebirse dentro de las escalas aceptables de vida íntegra, es
como daríamos paso a su vez, a una subsistencia humana apreciable en sus
distintas áreas.
El biocentrismo se presenta como una salida
armoniosa para concentrar dentro de sí, todo un conjunto de valoraciones sobre
la Naturaleza y los recursos que esta posee, lo que permite que se lleven a
cabo actos que se orienten hacia un reconocimiento de acciones movidas, por una
plataforma apoyada en los principios de una pluralidad de valoraciones de
frente al medio. Permitiendo que los sujetos se formen concepciones mucho más
amplias sobre el medio ambiente, al momento de pensarle como tal.
Por medio a una ubicación del ambiente a
escala valorativa plural, se concibe un compromiso ético-moral que desborda la
reducida relación de los individuos entre sí, como seres vivos orientados a un
trato exclusivo con su especie, y propiciando un proceso de subvaloración de
las demás, lo que trae como consecuencia el que
dentro de esta visión del entorno, al junto de las múltiples facetas que
contiene la realidad, se construya un creciente valor de aprecio hacia la
Naturaleza en general, que nos deja fuera de esas primeras concepciones;
posicionándonos en un grado superior de respeto ético-ambiental.
Entrando en un proceso de comprensión del
medio ambiente a través de una postura centrada en lo humano, es decir, a
través de una ética ambiental de tonos antropocéntricos, hemos de notar una muy
bien marcada distinción con respecto a la posición biocéntrica, pues este tipo
de ética posee dentro de sí misma una forma de valoración del medio-entorno,
que se proyecta hacia una apreciación de lo que éste es, tanto en cuanto, pueda
representar posibilidades de utilidad a los propósitos humanos a obtener.
Al instalarse una posición en estos parámetros
en el momento de apreciar el medio ambiente, se hacen visibles una gran
cantidad de estimaciones antropomorfas, encabezadas por un creciente número de
valoraciones instrumentales donde el valor de uso junto al de cambio, se
constituyen en los puntos esenciales a considerar; por lo que, solo aquellos
recursos naturales benéficos para los grupos humanos con los cuales cuenta la
Naturaleza, en este entramado de cosas llega a poseer especial importancia.
Cuando de cara a los ideales de una ética ambiental
de corte antropocéntrico, se presentan especies animales o florísticas que no
comportan para la humanidad aportes considerables, que se dirijan a incrementar
el bienestar y confort de los pueblos, inmediatamente se produce dentro del
fuero interno de los sujetos una forma de acción que se identifica con un
desmerito, descuido y negligencia en relación a estas especies. Por lo tanto,
aquí se desvela que el camino transitado por los sujetos en cuanto a la estima
del medio ambiente, se defiende debido a los intereses marcados por las
personas en cuanto a los fines de obtener ganancias económicas, que les
posibiliten las oportunidades de adquirir una mayor calidad de vida.
El caso de los recursos tanto florísticos como
faunísticos, que no proporcionan para las comunidades humanas las vías de
utilidad buscadas, y que por lo tanto son estigmatizados como de feos e
inútiles, llegan a ser apartados de los planes de cuido y salvaguarda
implementados para la conservación de un medio ambiente sano e íntegro en sí
mismo. De manera que el darse la desaparición de estas riquezas naturales en el
medio-entorno, sería un hecho no muy lamentable para esta postura, ya que lo
útil es lo apreciable, mientras que aquello que no lo sea, en consecuencia está
condenado a su suerte; puesto que el interés humano por su cuidado y
conservación son puntos que aquí se tornan ausentes, considerando que aquello
propio en la valoración del entorno esta marcado ampliamente por la forma de
Capital Natural, presente en los recursos de la Madre Naturaleza.
Esta perspectiva que concibe al ser humano
como centro, a la hora de las apreciaciones sobre la realidad medio ambiental,
se caracteriza por poseer un círculo valorativo muy estrecho donde solo podrían
ser admitidos, los recursos naturales cargados con ciertas valías de orden
monetario para los colectivos humanos.
Lo que deja ver de un modo u otro, que el medio natural destinado a ser
valorado por esta concepción, se inscribe en una fase de utilidad y por tanto
de expropiación humana de la Naturaleza y de sus riquezas; donde no se deja
espacio a la visión ético-ambiental de concebir a la Naturaleza como ente moral
autónomo, lo que en consecuencia no hace posible el entenderla, posicionarle o
estimarle como sujeto propio de valor en tanto que Naturaleza.
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