El tema de la infidelidad es una constante de las consultas en terapia
de pareja. Es una situación que se presenta, me atrevería a decir, en más de la
mitad de las relaciones, tanto en el noviazgo como en el matrimonio. En muchas
ocasiones no se descubre nada, pero hay tantas otras donde la mujer o el hombre
se dan cuenta de que su pareja mantiene una relación con otra persona.
Las infidelidades traen consigo un malestar
en las relaciones, por el hecho de que la pareja se siente traicionada. El
sentimiento de traición que embarga a la persona que se da cuenta de que le
están poniendo unos “cuernitos” es de pérdida, de minusvalía, impotencia,
rabia, frustración, ansiedad, tristeza. Se genera un estado que comienza por
pensamientos obsesivos de preguntarse ¿por qué le hicieron eso? ¿Será que la
otra persona es mejor que yo? ¿Será que le da más placer en las relaciones
sexuales? Y esto lleva a un hostigamiento inagotable en términos de
interrogatorios, donde las preguntas son reiterativas porque ninguna respuesta
dada es válida para la mente de quien ha sido traicionado.
Hay casos en que quien es descubierto admite
su falta, y quiere que las cosas se resuelvan. En estos casos hay un punto a
favor de la relación, ya que si la persona que ha sido lastimada decide superar
el evento y darle una oportunidad a la relación, pues se puede aprovechar esta
crisis para que la pareja crezca, reforzando la unión. Aún así, no resulta
fácil poder superar esto, y se observa como la persona aunque quiera sentirse
bien, y darle una oportunidad a su pareja, no puede, porque es como si
estuviera viviendo un duelo, la perdida de algo que para él o ella era
intocable.
Esto puede traer consigo una dinámica muy
irónica, donde la persona que fue infiel comienza a vivir una intensidad en sus
afectos, queriendo demostrar que tiene la mejor intención de enmendar lo que
ocasionó, pero lamentablemente la pareja no tiene la capacidad de recibir ese
afecto intenso. Con el tiempo, si esto no se trabaja, viene una crisis aún
mayor, porque la persona se cansa en su intento por querer hacer bien las cosas
ya que no recibe aceptación, y decide alejarse. Probablemente en esta etapa, es
que el deterioro de la relación, como consecuencia de una infidelidad, estaría
en su peor momento.
Ser fiel o infiel, es una decisión que toma
la persona. No es algo que venga legado por la biología humana, ni parte de una
codificación cerebral que nos dicte ser fieles. Y, socialmente es una acción
censurable, por lo tanto cada persona tiene la responsabilidad de asumir una
posición frente a la infidelidad, tomando en cuenta siempre lo que esto
significaría para su pareja. Por eso es importante, que cuando las personas
buscan ayuda para superar este proceso, entiendan que lo que hay por delante es
trabajar una decisión por parte de la persona traicionada, y una posición clara
por parte de la persona que ha sido infiel.
Sí, se puede superar, aunque sea difícil. Algo que hay que tener claro
en ese sentido es que dependerá mucho de la capacidad de asumir nuevos riesgos
que tenga la persona, y de sus creencias en torno al concepto de infidelidad.
En todo caso, es importante entender, que hay que darle un espacio para que se
desahogue, acompañándole en su dolor, sin forzarlo para que esté contento o
contenta dentro de la relación, porque quizás no es el mejor momento. La
persona infiel, en este caso debe darle su espacio para que haya una reflexión
tranquila, y se pueda tomar una decisión coherente con lo que se esté dispuesto
a trabajar.
Ramón Emilio Almánzar
Psicólogo Clínico.
Terapeuta sexual y Familiar
Centro Vida y Familia Ana Simó
0 Comentarios