Si usted aún no
lo ha sentido, ni lo han asaltado para robarle, más vale que se espabile. El
capitalismo salvaje dominicano extiende sus tentáculos y las tarjeticas de
solidaridad que reparte el gobierno no son suficientes para contener su efecto
devastador en la sociedad dominicana. Veamos.
Primero, se estima que más de un millón de dominicanos ha
emigrado al exterior en los últimos 50 años. Estos dominicanos no emigraron
porque les gusta hablar inglés u holandés, o porque disfrutan encapuchados el
frío nórdico. Lo hicieron porque en República Dominicana no encontraron formas
adecuadas de subsistir y prosperar. En las economías desarrolladas donde se han
asentado, han formado guetos muchas veces detestados por los nativos del lugar.
Trabajan para mantenerse y ayudar a sus familiares.
Alrededor de 25% de los hogares dominicanos recibe remesas, y
al país entran por ese concepto más de 3,000 millones de dólares anuales. En
resumen, República Dominicana expulsa un segmento de su población porque no
ofrece condiciones de vida adecuadas. Hay alto desempleo, bajos salarios y
precarios servicios públicos. Esos inmigrantes dominicanos son el seguro social
de sus familiares que no emigraron, y en estos días llegan cargados de regalos.
Segundo, se estima que en República Dominicana hay medio
millón de inmigrantes haitianos (aquí no se incluyen unos 200 mil
descendientes). La entrada de estos trabajadores a territorio dominicano ha
sido patrocinada o permitida por el Gobierno dominicano para ganancia
empresarial.
Recuerde, sólo el Gobierno controla la frontera con militares
y personal de migración (ahí no hay militares extranjeros ni ONG custodiando el
tráfico). Estos trabajadores haitianos entran indocumentados y permanecen
indocumentados hasta la muerte porque así son más vulnerables a la
súper-explotación del capitalismo salvaje.
Muchos viven en barrancones o en las obras de construcción
donde laboran. Ahí duermen, comen y hacen sus necesidades fisiológicas porque
el salario que reciben no es suficiente para asentarse decentemente. Esto no es
una obra de caridad dominicana; repito, es propio del sistema de
súper-explotación laboral del capitalismo salvaje.
Emigran de Haití porque allá la súper-explotación es peor.
Tercero, después de la crisis financiera dominicana de 2003-2004, se ha
producido un alto crecimiento del PIB: 9.3% en 2005, 10.7% en 2006, 8.5% en
2007, 5.3%% en 2008, 3.5% en 2009, 7.8% en 2010, 4.5% en 2011 y 3.9% en 2012.
Esto quiere decir que el bizcocho de riqueza dominicano creció. No obstante,
para el 2012, el 20% de la población más pobre del país sólo recibió 3.9% del
salario nacional, igual proporción que en 2002.
Por el contrario, el 20% más rico de la población dominicana
captó 50% del ingreso nacional en 2012 (todos datos de la CEPAL ). Esto quiere decir
que en República Dominicana el crecimiento económico se ha acompañado de una
alta desigualdad entre ricos y pobres. Por eso muchos dominicanos emigran, y
por eso, los trabajadores haitianos indocumentados son empleados para trabajar
en el capitalismo salvaje dominicano.
Oj no es por casualidad que el Gobierno ha permitido la
entrada ilegal de miles de haitianos en los últimos 100 años. Oj no es por
casualidad que nunca les dio documentación oficial. Oj no es por casualidad que
un alto tribunal quiera ahora declarar ilegal esa ilegalidad para hacer legal
la ilegalidad sin apelación. Oj no es por casualidad que el Gobierno y sus
voceros quieran defender la soberanía de su rentable capitalismo salvaje.
El Papa Francisco debería darse una vuelta por esta isla
caribeña colmada de abusos para constatar su denuncia del capitalismo salvaje,
plasmada en la reciente exhortación apostólica titulada: “La Alegría del Evangelio”.
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