Lucha diaria por ser las mejores con los hijos, la
pareja, la casa, el trabajo y hasta con el cuidado personal
Al menos en la actualidad, no existe la mujer
perfecta que todo lo puede, que tiene el cuerpo ideal, a la que le alcanza el
tiempo para todo y muchos etcéteras. Sin embargo, día a día muchas intentan
alcanzar esa perfección, tratando de manejar los distintos aspectos de la vida:
el trabajo, la familia, los amigos, la pareja, el cuidado personal.
Según Andrea Gregoris Kamenszein, coach profesional, se trata del
"síndrome Mujer Maravilla", que invade y nunca satisface, por más que
sean buenísimas en muchas cosas. "Nos acompleja no ser buenas en todos los
dominios de nuestra vida. Ni la maternidad, ni el crecimiento profesional, ni
ser ama de casa ni el cuerpo que somos nos logra completar del todo. Cuesta
todavía tejer esta aceptación", cuenta Andrea.
Para Ximena Ianantuoni, psicóloga, el origen de los complejos femeninos
radica en la falta de identidad: "Cuando las mujeres, en lugar de
afirmarse en sí mismas y asumirse plenas siendo como son, necesitan responder a
un modelo externo, van directamente a ser esclavas de sus complejos",
explica.
Lo que pasa es que la mayoría de los complejos parten de la idea que
tenemos de que ser de una forma determinada, que hay que adecuarse a ciertos
cánones de belleza, especialmente a lo que vemos en los medios de comunicación
y al imaginario colectivo de lo que debería ser. "Si no somos
como el modelo, entonces no nos aceptamos y si no nos aceptamos, nos
acomplejamos", agrega Ximena.
Un factor que tuvo mucho que ver en el surgimiento de los complejos de
la mujer actual fue, para Andrea Gregoris, la incorporación femenina al mundo
laboral de hace varias décadas: "Esto trajo aparejado, como las letras
chiquitas de un contrato, el pretender hacer todo bien, impecable, perfecto en
todas las áreas de nuestra vida." A partir de ese momento, nuestro género
se vio "tironeado" más que nunca entre los dos polos de lo que es y
lo que debe ser.
Hay complejos que son muy comunes entre las mujeres al día de hoy.
Obviamente, están los complejos físicos: el deseo de tener un cuerpo ideal, el
miedo al avance de arrugas, la obsesión por la celulitis o las estrías... y
miles de otros "problemas" que cada una tiene con su cuerpo.
Pero también existen los complejos emocionales, como la culpa que nos
genera no dedicarles el tiempo suficiente a nuestros hijos. O incluso el
complejo que surge de no haber tenido hijos. Andrea Gregoris reflexiona sobre
este concepto: "Parece que emerge siempre algo relacionado con la falta,
con lo incompleto: si no es nuestro cuerpo, es nuestro progreso, o la
organización de tiempos y agenda... Como un hambre que nunca se calma. 'Estoy
en el trabajo, pero no puedo estar tanto en casa', 'Hice mucho con mis hijos,
pero no crecí tanto en mi profesión', 'Soy muy inteligente, pero no le dedico
tiempo a mi cuerpo", ejemplifica la psicóloga.
Es que evidentemente se va por la vida aceptando compulsivamente mitos
y clichés femeninos que en nada ayudan a quererse más. No está mal tener
ambiciones y querer superarse constantemente y para esto es útil tener
autocrítica. Pero cuando esta actitud inunda muchas áreas de la vida y lo único
que sientes es frustración, tensión, sensación de estar poco presente o no ser
suficientemente buenas, ahí es cuando, según Andrea Gregoris, el semáforo rojo
se prende: "Estamos acá pero queremos también estar allá, en otro lado,
haciendo o siendo otra cosa; permanentemente tironeadas".
Cómo superarlos
Para no vivir acomplejada, según Ximena Ianantuoni, hay que trabajar en
enriquecer la propia identidad, fortalecerse en los criterios, en los gustos y
deseos y sobre todo saber cuál es la misión en esta vida. A partir de esto, se
puede igualmente tener modelos de referencia, siempre y cuando no afecten la
capacidad de quererse. De este modo, en la medida en que se sepa lo que se
quiere, lo que importa y se ordenen las prioridades, se estará mucho más en
sintonía consigo misma, lo cual hace que los complejos no tengan tanto lugar.
Es totalmente sano y natural buscar la armonía en los distintos
aspectos de la vida. Además, hace muy bien a la salud mental ocuparse de lo que
necesita para sentirse bien y para verse bien. Pero "sólo en la medida que
nos aceptemos y nos queramos vamos a poder vernos bien, vernos lindas y
atractivas, y recién a partir de ahí vamos a gustar y a ser queridas por los
demás", asegura Ianantuoni.
Obviamente, siempre va a haber algo que no te gusta de ti, pero hay que
trabajar con las fortalezas y aceptar y hasta llegar a querer tus puntos
débiles. "Cuanto más aceptamos lo que no nos gusta más podremos integrarlo
y vivirlo con armonía. Estar peleadas con nuestra imagen, con partes de nuestro
cuerpo o de nuestra forma de ser va en contra de nosotras mismas y no va a
generar nada bueno", concluye la psicóloga.
Para Andrea Gregoris Kamenszein, se trata de elegir, de conectarse con
lo logrado (que es mucho seguramente) y de crear sus propios estándares desde
la salud física y emocional, es decir, tener bien claro "con qué vara nos
medimos". Para aprender a verte de un modo más objetivo y no teñido por
los complejos, Andrea propone una serie de preguntas para construir tus propios
moldes:
- Esto que pienso de mí, ¿es una creencia heredada? ¿Cuál sería la mía
propia?
- ¿Cómo me gustaría ser más allá de lo dicho por otros, de un supuesto
"deber ser"?
- Esto que creo "que debo ser o tener", ¿lo saqué de algún
medio? ¿De quién es este paradigma?
- Si no es ahora el momento de crear mi propio paradigma y molde,
¿cuándo lo será?
Todo es cuestión de empezar a ser conscientes de los complejos y tratar
de trabajarlos poco a poco para dejarlos de lado.
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