Por: EDDY OLIVARES ORTEGA
El pueblo no había dormido por tanto tiempo desde
la caída de la última dictadura. Por este motivo, Leonel Fernández, convencido
de la efectividad de la poderosa anestesia social empleada por sus gobiernos y
los del presidente Danilo Medina, se aventuró a asegurar que el Partido de la
Liberación Dominicana (PLD) durará, por lo menos, 40 años en el poder, los
cuales, según él, celebrará en el 2044, conjuntamente con el bicentenario de la
Independencia Nacional.
Sin embargo, todo parece indicar que, por fin, los
profundos efectos anestésicos del marketing gubernamental, están empezando a
desaparecer del cuerpo social dominicano.
La marcha contra la impunidad del próximo domingo
podría ser el principio del fin de este largo sueño. La convocatoria ha
encontrado el respaldo de una ciudadanía que debe liberarse del cautiverio del
conservadurismo para poder edificar un verdadero Estado de Derecho. Esta es la
razón por la que por primera vez en muchos años el movimiento social ha
inquietado al gobierno.
En tal sentido, debe ser de mucha preocupación para
el gobierno, que producto de la marcha, como una expresión de soberanía
popular, queden estampadas, profundamente, en las calles, las huellas de las
mujeres y los hombres que saldrán, el domingo, a exigir la aplicación de la ley
en los casos de corrupción.
Más concretamente, al gobierno, consciente de que
sobran los motivos, le preocupa que el éxito de la convocada protesta sea un
incentivo para que en nuestro país la manifestación sea constante y, por lo
tanto, se convierta en una forma cotidiana de participación ciudadana.
Conforme al criterio sustentado por Giacomo Sani en
el Diccionario de Política de Bobbio, Matteucci y Pasquino, la protesta es una
forma activa de participación política, con la cual, tal y como sostiene
Roberto Gargarella, en su Carta abierta sobre la intolerancia, “necesitamos
garantizar(nos) de forma permanente la posibilidad de objetar las acciones del
gobierno, de mostrar sus flancos débiles, de exigir y reclamar que cambie su
rumbo, que tome ciertas medidas, que deje de llevar adelante ciertas acciones”.
A los partidos de oposición, que hace muchos años
abandonaron las calles, no les luce pretender retornar a ellas en este momento.
La marcha contra la impunidad, aunque en su condición de ciudadanos debe contar
con la participación de sus afiliados, no es su manifestación. Para ellos es
muy costoso movilizar a sus militantes y simpatizantes, por lo que únicamente
los convocan en las campañas electorales. En cambio, en un movimiento social
que, como este, tiene como único líder al pueblo, cada manifestante aporta su
valiosa presencia.
Convocar y promover las protestas nunca fue tan
fácil y económico como en estos tiempos del internet y las redes sociales, ya
que tal y como las ha calificado Howard Rheingold, “son multitudes
inteligentes: gente que es capaz de actuar conjuntamente a pesar de que no se
conocen entre sí”. Este es el motivo que da lugar a que los movimiento sociales
del siglo XXI se caractericen por ser notablemente creativos y pacíficos.
Por ello, la movilización cívica del domingo debe
constituirse en el banderazo de salida hacia la meta de la institucionalidad,
cuya ausencia es la principal causante de la corrupción y la impunidad.
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