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No estamos seguros de si los tiempos actuales nos estƔn dictando una
Ʃpoca de cambios o si lo que experimentamos es un cambio de Ʃpoca, un tiempo
radicalmente nuevo, en el que la aceleración de la modernidad ha roto el
velocĆmetro, lo que se inventa o produce tiene fecha de caducidad y la realidad
virtual, de la pantalla plana y lĆquida de la simulación en Baudrillard,
compite con la realidad vital del monóculo, modificando nuestra noción del
tiempo y del espacio-porque lo digital ha abolido la distancia-, y
arrancƔndonos de cuajo la romƔntica idea de poseer una identidad fija,
histórica y culturalmente heredada, para multiplicar el yo en una voluble
cantidad de identidades efĆmeras, tachadas y reescritas unas sobre otras, que
bailan la alocada danza del consumo delirante y de la alienación digital.
Michel Foucault, mediante
un estudio genealógico y arqueológico de los discursos que crearon y
justificaron, desde el siglo XVII, instituciones como hospitales, cƔrceles,
manicomios, universidades e industrias (talleres artesanales), explicó que la
idea de escuela que se tuvo hasta mediados del siglo XX estuvo vinculada a la
noción de instrucción u obediencia que se practicó en la clĆnica, la prisión
del Panóptico benthamiano o el trabajo.
Desde ese Ɣngulo de miras,
se promovĆa en las instituciones educativas un tipo de relación jerĆ”rquica o de
ejercicio de poder como saber y de saber como poder, donde el docente asumĆa la
posición superior, igual que el médico frente al paciente, el vigilante
invisible frente al prisionero siempre vigilado o el dueƱo del taller frente al
trabajador-esclavo, mientras que el estudiante recibĆa pasivamente, y como
culto a la memoria, los conocimientos o aprendizajes que habrĆa de reproducir
acrĆticamente.
La inventiva
del talento, el desarrollo del pensamiento lógico y la libertad de crear nuevos
conocimientos llevando al lĆmite los saberes establecidos quedaban pues
conculcados en la enseƱanza del antiguo rƩgimen.
En la llamada cuarta revolución o de las transformaciones tecnológicas y
el giro digital educar a la vieja usanza no tiene sentido. No tenemos frente a
nosotros un destino predecible, cierto.
Por el contrario, el pasado moderno nos ha legado la mƔs feroz de las
incertidumbres.
Por estas y otras razones, el Ministerio de Educación (Minerd), con la
colaboración de entidades fundacionales como EDUCA, Inicia, SM y Greta, entre
otras públicas y empresas privadas socialmente responsables, estÔn llevando a
las aulas el nuevo currĆculo por competencias, que representa un desafĆo
pedagógico para el docente como para el estudiante, volviéndolos mÔs eficaces,
dando un mayor sentido y utilidad en la vida individual y social a los
aprendizajes y creando los cimientos para un mundo con menor riesgo cósmico y
polĆtico.
No todos poseemos las mismas habilidades para enseƱar ni para aprender.
La noción de competencia implica que docente y estudiante piensen, comprendan
los problemas y accionen el talento racional y Ʃticamente para resolverlos,
transformando su comunidad. Esto serĆa posible mediante tres pilares: saber, saber
hacer y saber ser.
El primero apunta hacia la necesidad de comprender los conceptos y
desarrollar capacidades crĆticas para conocer el mundo y sus retos actuales.
El segundo nos dirige hacia el desarrollo de habilidades y destrezas
cognitivas y prƔcticas que ayuden al docente y al alumno a desenvolverse e
interactuar con el otro en un entorno económico-polĆtico y socio-cultural
especĆfico.
Y el tercero requiere de una formación fundamentada en valores humanos y
principios Ć©ticos, para forjar un nuevo individuo, con competencia lingüĆstica
y tecnológica, autoestima y referentes identitarios que conduzcan a mejorarse a
sĆ mismo y su mundo.
Llegó la hora de hacer preguntas, mÔs que dar respuestas conocidas.
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