Por Alicia Cruz
Amigos invisibles, un bosque encantado, un nuevo planeta descubierto, unos brazos convertidos en alas y unas piernas transformadas en una bonita cola de sirena…La imaginación es una facultad muy importante para el desarrollo de los niños y que permite fomentar y perfeccionar en ellos otras aptitudes. Mercedes Bermejo, directora de Psicólogos Pozuelo y experta en Infancia y Familia, define que “es la capacidad mental de representar sucesos, historias o imágenes que no existen en la realidad, o que, si existen, no están presentes”.
Para la especialista, esta habilidad es
imprescindible adquirirla en la etapa infantil porque no solo
será durante la infancia cuando se ponga en práctica, sino a lo largo de todo
el ciclo vital: “La sociedad en general tiende a juzgar de inmadura esta
capacidad y a no darle el valor que merece, ni siquiera en la infancia. Se
trata de un proceso creativo necesario para el desarrollo del cerebro, ya
que permite construir, reparar, solucionar, desarrollar el intelecto,
representar situaciones de la realidad y dar paso a una mayor adaptación del
entorno”, declara.
En definitiva, los beneficios de la imaginación son
infinitos, suponen un entrenamiento para la vida. Bermejo señala que en
psicoterapia se trabajan con técnicas lúdicas dirigidas a los menores, basadas
en el pensamiento mágico (la combinación de realidad y fantasía), que
los prepara para resolver diferentes situaciones y conflictos en su día a día.
¿Cuáles son las distintas etapas de la imaginación?
Bermejo hace referencia al reconocido psicólogo
evolutivo Jean Piaget para explicar que la etapa del pensamiento mágico
va desde los 2 hasta los 7 años, aunque hay constancia de que hasta los 13
años la imaginación está muy presente en la mente de los menores. “Es
cierto que en la etapa adolescente y adulta también es relevante la imaginación,
pero ya no juega un papel tan importante en su desarrollo madurativo”, indica
la experta.
Según algunas clasificaciones de la imaginación
podríamos entender que tiene un funcionamiento diferente en base a su etapa
evolutiva, es decir:
·
De 1 a 3 años, se centra más
en el modelaje: imitan el comportamiento de los adultos y lo
interpretan a su modo.
·
De 3 a 6 años, a través
del animismo: representaciones simbólicas de objetos inanimados que
cobran vida (muñecos, objetos, coches…), pudiendo asumir
características humanas. Construyen historias, relatos mediante
aportaciones de la realidad que ellos conocen.
·
De 6 a 12 años, la imaginación
se basa en la abstracción. Ya no es necesario disponer de objetos
para construir historias, sino que usan un lenguaje más avanzado para poder
inventar historias.
La imaginación persiste en
etapas posteriores de una forma más
compleja que nos permite anticipar situaciones, tomar decisiones, resolver problemas y
adquirir habilidades que puedan adaptarnos mejor a la realidad.
Cinco claves para estimular la imaginación infantil
Está claro que la imaginación es una facultad
mental esencial en el desarrollo de los más pequeños. Por ello, Bermejo aporta
cinco consejos para estimularla:
·
Permitir
que los menores dispongan de tiempo libre. De acuerdo con la psicóloga, es preferible que
aprovechen el ratito de ocio en espacios abiertos, donde el niño pueda moverse
de un sitio a otro y en el que desarrolle mejor este proceso creativo.
Asimismo, es conveniente ofrecer un entorno en el que el niño se sienta seguro
y tranquilo y, por el contrario, que no se encuentre dirigido o condicionado.
·
Para que los pequeños hagan
uso de su imaginación, no son necesarios muchos juguetes. Bermejo manifiesta que
bastaría con respetar qué y cómo quiere jugar el niño para que, así, se sienta
libre de imaginar.
·
Transmitir
un amor incondicional para que el menor no se
sienta juzgado con lo que haga o imagine. En este sentido, es importante
involucrarse con él, entrar en su mundo mágico y participar de sus historias y
juegos. Mostrar afecto y reconocimiento en todo momento hacia sus
preferencias hace que los niños se sientan valorados, reconocidos y
cuidados.
·
Fomentar
el aburrimiento o el tiempo en el que no
haya nada que hacer con el fin de que recurran a la imaginación para poder
divertirse.
·
No
interpretar su juego, ni intentar cambiar el tipo
de actividad que esté realizando. De la misma forma, Bermejo recomienda no
asustarse ni mostrar disconformidad si realiza un
juego más activo o inquieto.
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