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EL VENENO DE ABEJAS Y AVISPAS INSPIRA TERAPIAS CONTRA EL CÁNCER

 María Sánchez Monge


 Abeja en una flor.

La naturaleza es una fuente inagotable de inspiración en la búsqueda de nuevas terapias. Las avispas y las abejas disponen de venenos muy potentes para defenderse de sus enemigos. ¿Por qué no utilizar ese poder destructivo para eliminar las células cancerígenas? Es la pregunta que se hacen desde hace décadas investigadores de todo el mundo. Muchos de ellos se han puesto manos a la obra en sus laboratorios y han conseguido resultados muy prometedores que, con un poco de paciencia, algún día podrían convertirse en nuevos tratamientos frente al cáncer y otras patologías.

El último estudio en esta línea lo ha publicado recientemente un equipo de científicos del Instituto de Investigación Médica Harry Perkins, de Perth (Australia), en la revista Nature Precision Oncology. Este trabajo demuestra que el veneno de la abeja y uno de sus principales componentes, la melitina, induce la muerte de las células de un tipo de cáncer de mama muy agresivo. Además, cuando se administraba junto con fármacos quimioterápicos se producía una reducción significativa del crecimiento tumoral.

Esta investigación se llevó a cabo en líneas celulares. Por eso, los resultados, aunque prometedores, son muy preliminares. Todavía queda un largo trecho hasta llegar a los ensayos en humanos -si es que se alcanza ese punto- y aún más para que se convierta en un fármaco comercializado. Meritxell Teixidó, investigadora del Instituto de Investigación en Biomedicina de Barcelona (IRB Barcelona), valora con cautela los hallazgos. “La melitina fue descubierta hace muchos años y se sabe que es el componente mayoritario del veneno de abeja. Es un péptido -proteína pequeña- cuya síntesis es complicada”, explica. El poder de este péptido en las células en las que se ha probado es, en su opinión, “perfecto”. El problema surgirá cuando se llegue a los ensayos en ratones, "Ya que tendrá una toxicidad que puede dificultar seguir adelante". Algo que se podría evitar con las modificaciones oportunas: “Se puede hacer un análogo de la melitina para que sea un poco más sensible y no tan destructiva”.

Objetivo: que los fármacos lleguen al cerebro

La investigadora del IRB habla con conocimiento de causa porque trabaja desde hace años en una línea de investigación que se inspira en buena medida en otro componente fundamental del veneno de las abejas: la apamina. Se trata de otra proteína pequeña o péptido que puede emplearse para atravesar la barrera que protege el cerebro frente a los agentes tóxicos e introducir en él fármacos para tratar tumores cerebrales u otras enfermedades. “El cerebro es un órgano imprescindible y, a la vez, vulnerable”, explica Teixidó. “Por eso, la naturaleza lo protegió con una barrera, que es la barrera hematoencefálica. Es como si fuera una muralla que impide que lleguen los fármacos”. Pero esa muralla no es totalmente estanca ya que, si lo fuese, no podrían entrar la multitud de nutrientes que necesita el cerebro para sobrevivir. De hecho, tiene unas puertas por las que pueden entrar esos nutrientes y salir los residuos del cerebro. “Nos imaginamos que los péptidos -como la apamina- podían ser como una llave de esa puerta. Y podríamos enganchar un llavero que lleva el fármaco, que por sí solo no puede entrar en el cerebro, pero sí unido a la llave. Esa fue la idea inicial”.

Bajo la dirección de Teixidó, Benjamí Oller, actualmente en el Institut Químic de Sarrià - IQS (Universidad Ramón Llull), dio el impulso inicial a este proyecto. El investigador explica por qué se fijó en el veneno de abeja: “Contiene muchos compuestos, entre ellos péptidos (pequeñas proteínas) como la apamina que son mucho más resistentes a la degradación que péptidos de otros orígenes”. Y centró su atención en la apamina porque es capaz de llegar al cerebro sin destruir la barrera que lo protege. Utilizando el símil anterior, hace de llave para atravesar las puertas de la muralla respetando su integridad.

El siguiente paso fue la obtención de una versión simplificada de la apamina, sobre todo para eliminar su toxicidad. “Creamos versiones basadas en este péptido por síntesis química y algunas de ellas conseguían el objetivo que buscábamos: llegar al cerebro sin producir toxicidad aguda en ratones ni en células. Incluso demostramos que podían transportar fármacos en modelos celulares que simulaban o imitaban la barrera hematoencefálica”. Esas versiones simplificadas y optimizadas recibieron la denominación de mini-apaminas.

Con el paso de los años, el proyecto del grupo de Teixidó ha ido avanzando gracias a una fructífera colaboración con el Hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona, para investigar la posible aplicación de esos péptidos transportadores de fármacos en un tipo de tumor cerebral pediátrico y ha culminado en la creación de una empresa, Gate2Brain, que se encargará de llevar a buen puerto la patente obtenida. Pero, en realidad, la historia no ha hecho más que comenzar. La ciencia es así: todavía quedan unos años para el inicio de los ensayos en humanos y más para que pueda plasmarse en una terapia que se administre en los hospitales.

Veneno de avispa frente al cáncer de mama

El veneno de avispa también ha demostrado un gran potencial terapéutico. Así lo comprobó hace unos años Miguel Moreno, actualmente en Infinitec Activos, en un estudio que realizó en el IRB Barcelona. En este caso, la meta fue hallar una terapia para combatir el cáncer de mama.  “Me centré en el veneno de avispa porque es muy citotóxico”, señala el investigador. Con esa idea en mente, desarrolló un sistema que aprovechaba el potencial de un péptido de ese veneno. Los experimentos funcionaron… hasta que el proyecto se abandonó por diversos motivos ajenos al posible éxito de la terapia. Tanto Moreno como Oller y Teixidó han realizado sus trabajos relacionados con los venenos de himenópteros en el laboratorio del profesor Ernest Giralt, en IRB Barcelona.

Moreno resalta que, en términos generales, “la posible terapia del cáncer con estos péptidos citolíticos -que matan a la célula-, y en particular los provenientes de himenópteros -abejas y avispas-, es muy grande y su mecanismo de acción muy interesante: forman poros en la membrana celular y causan una muerte rápida de la célula”.

Sin embargo, reconoce que existen barreras importantes para que se conviertan en una realidad clínica. Una de ellas es que la síntesis química de estos péptidos o de sistemas que los integran suele resultar compleja. Por otra parte, se trataría de fármacos que, por sus características -especialmente, su peso molecular- se administrarían por vía inyectada. “Eso supone un problema a la hora de buscar la implicación de la industria farmacéutica, que en la actualidad busca compuestos orales”.

Precaución con la apiterapia

Las terapias contra el cáncer y otras enfermedades basadas en el veneno de abejas y avispas tendrán que esperar. Otra cosa muy distinta es la terapia alternativa conocida como apiterapia que, hoy por hoy, no cuenta con estudios científicos que avalen su eficacia y, en algunos casos, puede resultar peligrosa.

Moreno comenta algunas de las enfermedades que supuestamente puede combatir el veneno de abeja, al que se le asignan propiedades antiinflamatorias, entre otras: “Artritis reumatoideesclerosis múltiple, alivio de dolores tendinitisbursitis, etc”. Se utiliza en acupuntura o se coge el insecto directamente y se coloca en la piel, inyectando el veneno con el propio aguijón.

El investigador resalta que los estudios sobre el potencial de la apiterapia no cuentan “con un diseño experimental de calidad ni con un número mínimo de pacientes suficiente para averiguar su eficacia”. Además, se han dado casos de reacciones alérgicas adversas, incluso de shock anafiláctico.

 

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