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Consecuencias de decir mentiras a los niños

 Por: Elena Sanz

Las consecuencias de decir mentiras a los niños serán efectos de acciones que repercutirán a largo plazo. Te explicamos aquí por qué es importante abandonar esa práctica y algunos consejos para hablar con sinceridad.



Decir mentiras a los niños trae consecuencias de las que quizás no comprenderemos su alcance hasta pasado un tiempo. El engaño, así parezca a veces necesario y justificado, es una mala idea. Solo basta pensar cómo nos sentimos cuando descubrimos que un ser querido nos ha mentido.

Nadie en la vida nos dice cómo debemos ejercer el rol de madre o padre, es decir, no de manera explícita. Aprendemos en el camino y siempre a través de los referentes que conocemos. Así, se convierte la crianza que tuvimos en casa en la principal fuente a la que nuestra memoria acudirá.

En este sentido, es pertinente conocer el desenlace de esta acción, generalizada y aprobada culturalmente, para evitarla y buscar otras alternativas. Nada está de más cuando se trata de ser mejores personas. Aquí algunos consejos para comenzar.

Consecuencias de no hablar a los niños con sinceridad

Como padre, madre u otro familiar que incurra en falacias, no podemos predecir en qué va a desembocar un engaño develado. Lo que sí sabemos es que se convierten en emociones negativas con los años.

Inseguridades, actitudes agresivas, estafas, manipulaciones son algunas de las conductas que en ciertas personas pueden tener sus cimientos en aquellas mentiras que un adulto consideró inocuas. O sentimientos de culpabilidad y vergüenza que se manifiestan con recurrencia en la etapa madura de una persona que creció en un ambiente cargado de falsedades.

Al mentir a los niños, les estamos diciendo que esto se puede hacer y es válido si así logramos nuestro cometido. Y ahí los enfrentamos a una ambigüedad, porque no les dejará de parecer contradictorio que a ellos se les pida ser honestos.

“Aunque pocos padres dirían que no mienten nunca, usted debería estar atento a los efectos directos e indirectos que la mentira provoca en sus hijos. Esto no significa que debería decirles todo, pero no hay necesidad de inventar nada”.

Lawrence E. Shapiro

¿Cómo varía la percepción de los niños sobre la mentira?

La infancia es la etapa de la vida en la que el ser humano es transparente. Se caracteriza por la ingenuidad de una mente nueva, en constante formación.

Por lo tanto, aunque esta situación no será eterna, tenemos el deber y la responsabilidad de cuidarla y no dañarla con un mal ejemplo. Al menos no por algo tan prevenible como lo es no decir mentiras a los niños.

Para ellos, una mentira descubierta es una decepción segura, sin importar las intenciones de quien la dijo y la edad que tengan. Juzgarla como algo perjudicial ocurre en la mayoría de los niños a partir de los 4 años. Esta percepción va cambiando con los años.

Ya alrededor de los 11 años, un 28 % no considera tan reprobable la mentira porque se ha acostumbrado a convivir con ella. Y también porque la práctica hacia ellos viene, en gran parte, de sus afectos en casa o la escuela. Esto es según los resultados de estudios compartidos en el libro “La inteligencia emocional de los niños” (1997) de Lawrence E. Shapiro.

Consejos para no decir mentiras a los niños

Si alguna vez nos hemos visto en la necesidad de decir mentiras a los niños, seguro ha sido con la plena convicción de que lograríamos determinado objetivo. Sea cual fuere el escenario, es una estrategia que debemos dejar atrás.

Ser honestos: todas las mentiras son innecesarias

Hay quienes hablan de las necesarias mentiras blancas o bobas, para decir que son inofensivas. Estas manifestaciones tienen en común que son utilizadas para aminorar o desaparecer una actitud en los niños que consideramos desfavorable para ellos. O para coaccionarlos en función de nuestro cometido.

Que nuestros padres las hayan utilizado con nosotros, no significa que no podamos realizar un alto al ciclo. Sería ideal cuestionarnos si al decir mentiras a los niños hacemos lo apropiado para el bienestar y la salud mental de ellos. O que sirva al menos para reflexionar y poner en duda si de verdad continuar haciéndolo vale la pena.

Hablar con palabras adaptadas a la edad

Nadie mejor que los padres o personas cercanas a la crianza de los niños para entender su personalidad. Esto nos dará pistas sobre cómo abordar con ellos aspectos determinados, buscando hablarles con palabras adaptadas a su edad y nivel de comprensión.

Especialmente, si se trata de un tema que consideramos muy prematuro. O bien, si nos sorprenden con interrogantes sobre el sexo, la masturbación, la muerte. Digámosles pues, con sinceridad, que necesitamos tiempo para preparar esa conversación.

En esos casos, lo más importante es que sepan que atendemos sus demandas ante las inquietudes que presentan y que buscaremos las respuestas a sus preguntas. Explicar las cosas haciendo un esfuerzo por lograr la empatía en los niños es parte del trabajo que debemos realizar en la crianza.

No reafirmar la autoridad diciendo mentiras

No debemos utilizar las mentiras para reafirmar autoridad ante ellos. Más temprano que tarde comprobarán que no es cierto y el efecto será el contrario. Perderemos la credibilidad con cada mentira.

De no realizar lo asignado, aún sintiéndose bajo amenaza, verá el niño que no fue cierto y que no le decimos la verdad. En muchos casos, estaremos provocando en ellos una reacción desafiante de resistencia ante la incomodidad que le hemos originado.

Anticipar escenarios

Cuando es inevitable que los niños se enfrenten a un evento que les puede causar estrés o incertidumbre, nos vemos tentados a llevarlos engañados, pensando que les evitamos un malestar. No es cierto y no está bien. Igual les tocará el momento de afrontarlo.

Por esta razón, es mejor si les anticipamos poco a poco en casa lo que harán al día siguiente. Y que no los sorprenda, por ejemplo, una aguja en la consulta de control pediátrico si les corresponde una vacuna del calendario. Conversar con antelación, aunque no les guste la idea, será un gesto de sinceridad que agradecerán.

“Mentir sobre cuestiones serias no es un problema solo porque dificulta la tarea de los padres. Mentir erosiona la cercanía y la intimidad. Mentir engendra la desconfianza, traiciona la confianza. Mentir implica una desatención hacia la persona engañada”.

Paul Ekman

Valorar la confianza

Reservamos para lo último el consejo que consideramos más significativo. Y es que en la confianza está la base de una relación sólida que les brindará a los niños seguridad en las circunstancias que atraviesen.

Poder contar con nuestros padres sin dudar de ellos, saberlos sinceros aún en acontecimientos adversos, es una certeza que seguro se reflejará con madurez y valentía en la personalidad de adultos.

La verdad siempre sale a la luz

La realidad no siempre es fácil de nombrar, pero es ahí que debemos volcar nuestras energías: pensando de qué forma podemos abordar un asunto que nos resulte incómodo sin recurrir a la mentira. Tanto a corto, mediano o largo plazo, estos actos traerán consecuencias que se pueden evitar.

Incluso si estamos ante una situación que creemos que nos rebasa. Por ejemplo, si tenemos que dar la noticia de la muerte repentina de un familiar muy cercano. En este caso, al igual que en otros, será recomendable buscar la ayuda adecuada y no decir mentiras a los niños creyendo que así les evitamos un mal.

Ser honestos con los niños y con nosotros mismos será una decisión de la que nunca nos arrepentiremos. Pues la verdad siempre saldrá a la luz y ellos sabrán que pueden confiar en nosotros.

 

 

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