Por: Leonardo Biolatto
¿Puede una serie de Netflix cambiar el comportamiento de
los niños en las escuelas? Varios reportes así lo indican. Analicemos las
evidencias.
El juego del calamar es
la serie sensación de Netflix a nivel internacional,
pero surgieron diversas preocupaciones por sus posibles efectos
secundarios en la salud mental. Sobre todo, organizaciones médicas,
psicológicas y de bien social advierten que los niños podrían ser susceptibles
a la trama y a las imágenes del producto audiovisual.
Parte de su éxito global se atribuye al momento en que se
estrena. Con menores restricciones posteriores al confinamiento por la pandemia
de COVID-19, la serie trae a colación la desesperación propia de épocas
confusas. No es difícil sentir lo mismo que sienten los protagonistas cuando eventos
fuera de su alcance los ponen en situaciones límites.
Del mismo modo, El juego del calamar funciona
como una crítica y sátira al sistema televisivo de juegos de concursos
típicos de Japón, por ejemplo, o de Corea. Es posible que el guion se haya
planteado con un mensaje social, pero lo ha trascendido hacia un
entretenimiento que no parece inocuo para todos.
La violencia en El juego del calamar
La serie de Netflix tiene
contenido violento. Así lo demuestra su catalogación en la
plataforma que la coloca como no apta para menores de 17 años. De todas
maneras, el registro de más de 111 millones de cuentas viéndola durante el
primer mes de debut demuestra que seguramente hay visualización por parte de
los niños.
Del mismo modo, la aparición de retos virales en redes
sociales como Instagram y TikTok, con adolescentes
emulando escenas de la serie, es otra evidencia de su penetración en este grupo
etario. Fue quizás esa viralización la que alertó a diferentes organizaciones
médicas y sociales de los efectos secundarios de El juego del calamar.
El portal Common
Sense Media considera que el producto audiovisual no
debería ser visto por menores de 16 años. En su descripción se aclara que
hay violencia extrema en los episodios. Es interesante que el mismo portal
permite opinar a los usuarios para saber si están de acuerdo o no con esa
calificación. En la actualidad, los padres han referido allí que debería ser
para mayores de 17 años, mientras que los niños proponen que sea para mayores
de 14.
Es posible que un fundamento de su cantidad de visualizaciones,
a pesar de la violencia explícita, radique en la disonancia cognitiva que crea el espectáculo. Escenas
sádicas y de muerte se enmarcan en juegos infantiles. Esto resulta
llamativo para el cerebro del espectador, que desea saber cómo se resuelven
estas situaciones.
Una disonancia cognitiva es como un estado de incomodidad
de la mente. Percibimos dos situaciones que deberían ser contrapuestas en un
mismo plano. En este caso, los juegos infantiles no se corresponden con la
muerte que encierran en el show.
Es así que los efectos secundarios de El juego del
calamar se están asociando, sobre todo, a la salud mental. Para
la población infantil es más difícil interpretar las disonancias cognitivas,
lo que favorece las malas interpretaciones de la trama.
Reacciones en el mundo
Diferentes organizaciones gubernamentales y privadas han
reaccionado ante la constatación de ciertos efectos secundarios en la salud
de El juego del calamar. También movimientos liderados por padres
han llamado la atención de las autoridades.
Las escuelas han cobrado un papel protagónico
en este escenario. Resultan ser los espacios privilegiados para
dar recomendaciones a los adultos, para discutir algunos temas relevantes con
los niños y para detectar comportamientos violentos.
Una escuela del estado de Atlanta, en Estado Unidos, envió un comunicado a los padres para informarles que
dentro del establecimiento estaba prohibido hablar o discutir sobre El
juego del calamar. Del mismo modo, no permiten que los alumnos recreen
escenas de la serie en los recreos.
Otra escuela, esta vez en Bélgica y estatal, también se
comunicó con los padres al respecto. Tras detectar que en el patio varios
alumnos jugaban como en el show de Netflix,
pidieron a los cuidadores de los niños que no los dejen ver la serie. Según explican, no sería apta para menores de 18 años.
En Inglaterra también se apunta en un sentido
similar. Un consejo educativo al sur del país recomienda que se
evite a los niños la visualización de escenas de El juego del calamar.
Lo mismo plantea la organización australiana ReachOut que se
enfoca en la salud mental juvenil.
Efectos secundarios en la salud de series como
El juego del calamar
No existe ningún estudio científico que analice
los efectos secundarios en la salud de El juego del calamar. De
todas maneras, se han realizado análisis sociológicos e investigaciones para
determinar la relación entre la violencia consumida de forma audiovisual y la
expresión de la misma en la realidad.
¿Es posible que el consumo de series y programas violentos
conlleve agresiones posteriores en la vida real? Según un estudio
realizado en Portugal, la violencia televisiva es un factor que contribuye
a que los estudiantes escolares expresen agresiones físicas hacia los demás,
siempre y cuando tengan interés genuino en los personajes de la historia que
ven.
Por supuesto que esto no es un resultado inmediato. Quiere
decir que los jóvenes no se tornan violentos solo por mirar una serie.
Como bien aclaran los expertos Huesmann y Taylor, hay factores
moderadores que determinan cómo una persona asimila lo que ve y lo traduce en
comportamientos.
Según estos autores, la violencia que se observa en
un show audiovisual repercute en la vida cotidiana por dos
mecanismos más claros: uno es el intento de suicidio, que se registra con mayor prevalencia entre
los adolescentes; el otro es la reproducción de las escenas violentas a manera
de juego o como imitación. Esto último es lo que las escuelas de Bélgica,
Estados Unidos e Inglaterra han reportado.
La desensibilización ante la violencia
Cuando la violencia se naturaliza, es decir, cuando se
vuelve algo cotidiano que pasa a formar parte de lo habitual, entonces no se la
condena. Para las personas más jóvenes, esto tiene un claro componente que
proviene de la publicidad, las redes sociales y el consumo de productos de
entretenimiento.
Con una personalidad en formación, es difícil que
los adolescentes sepan discriminar lo que está bien de lo que está mal, así
como les cuesta separar el mundo real del ficcional. En el corto plazo, la
posibilidad de imitar lo que ven en una serie se presenta como oportunidad para
testear los límites propios.
Según lo publicado por un grupo
psicológico de estudio del Reino Unido, la violencia en los medios de
consumo masivo genera excitación, sobre todo en los varones más jóvenes. Y esta
excitación es mayor cuanto más estuvieron expuestos antes a otras formas
audiovisuales de violencia.
El rol de la presión de grupo
Para los niños y los jóvenes no es menor el efecto que
tiene la presión grupal, además del producto audiovisual que consuman en sí.
Los efectos secundarios en la salud mental de El juego del calamar se
asocian con la necesidad de pertenecer y no ser rechazados.
Si un compañero o amigo está viendo la serie de Netflix y
comenta tal o cual cosa, el otro también quiere verla para no quedar
afuera. Y si el primero lo invita a imitar una escena, el segundo tenderá a
aceptar la invitación para no ser rechazado.
En un círculo vicioso, las influencias negativas de las
series audiovisuales se reproducen y se esparcen porque hay una
necesidad adolescente de ser aceptado. La propagación de la imitación de
los juegos en los recreos tiene su base en este comportamiento.
Los efectos secundarios sociales de El juego
del calamar aparecen en los jóvenes
El mayor peligro social de la naturalización de la
violencia es la falta de empatía. Si nos parece normal y aceptable que se
maltrate a otros para obtener un beneficio particular, entonces se destruye la
trama social.
Los jóvenes son más susceptibles a adquirir
estos comportamientos imitados porque no logran
entender con total completitud la diferencia entre ficción y realidad. Allí se
hace indispensable la guía de los padres. Los efectos secundarios de la
serie El juego del calamar no serían tales si los adultos se
tomasen el tiempo para acompañar y conversar con sus hijos.
La reducción de la violencia entre adolescentes no depende
tanto de prohibir una serie de Netflix, sino de ejercer el rol
adulto en la educación. Los menores de 17-18 años no deberían verla y
eso está claro; pues no la entenderían con profundidad. Pero si la verán de
todos modos, quizás a escondidas, entonces hay que educarlos para comprender.
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