Natalia López Moratalla
El 30 de agosto del 2019 se publicó en la revista Science el estudio genético más amplio realizado hasta la fecha sobre la orientación sexual. Los veintiún investigadores, de diferentes centros y países, han identificado variantes genéticas asociadas a la conducta no heterosexual analizando el genoma completo de 477.522 participantes de Estados Unidos, Reino Unido y Suecia. Esta enorme muestra permite calificar de certeza científica aspectos ya conocidos, pero necesitados de confirmación con muestras más amplias.
¿Qué son variantes genéticas y qué
información aporta su análisis? El ADN humano tiene 3.200 millones de pares de
bases con secuencias concretas de las cuatro existentes: adenina (A), timina
(T), citosina (C) y guanina (G). Los individuos de cada especie tienen la misma
secuencia, pero en lugares concretos (loci) existen variaciones muy
pequeñas como el cambio de una sola base por otra. Por ejemplo, el genoma de
unas personas tiene en un sitio (locus) concreto de un cromosoma GTGCT,
y el de otras, GTCCT. Si esa variación ocurre al menos en un 1% de una población,
quienes la tienen poseerán un rasgo característico que les diferencia de los
que no la tienen.
Los autores del estudio han demostrado la existencia de
numerosos loci asociados con el comportamiento homosexual. Al
casi medio millón de personas, cuyo ADN estaba secuenciado en las grandes bases
de datos utilizadas en este estudio, se les preguntó por sus relaciones
sexuales. Y el resultado fue que los que manifestaron tener conducta homosexual
tenían un perfil de loci similar entre ellos, pero diferente
de los que respondieron que habían tenido relaciones con personas de distinto
sexo.
Es importante tener en cuenta que, aunque las preguntas a los
participantes en este estudio se centraron solo en el aspecto de la conducta
–con quiénes habían tenido relaciones sexuales–, los investigadores realizaron
análisis adicionales que pusieron de manifiesto que el comportamiento sexual,
la atracción, la identidad definida por la orientación sexual, y las fantasías,
están influenciadas por un conjunto similar de variantes genéticas.
Es decir, una cosa es analizar la genética que subyace a la orientación sexual,
y otra bien distinta es la afirmación de un determinismo genético de la
conducta de personas libres, sea cual sea su concreta orientación sexual.
Los principales resultados del estudio se pueden resumir en
cinco puntos.
1. No existe un gen que determine la homosexualidad
Una conclusión del estudio es que la base genética que
subyace a la conducta homosexual es amplia, poligénica. Ciertamente, es bien
conocido que no existe un único determinante genético –a veces denominado “gen
gay” en los medios de comunicación– que cause esa tendencia, ese rasgo. No
existe un determinismo genético que haga que, como a veces se dice, algunos
“nazcan homosexuales”.
Por el contrario, como queda claro tras esta publicación,
muchos loci con efectos individualmente pequeños y diseminados
por todo el genoma contribuyen a una predisposición. Una predisposición significa
que la genética no causa necesariamente ese rasgo y que la
tendencia se manifestará o no por la influencia de otros factores no genéticos
–el entorno, la personalidad, las vivencias–, y la conducta dependerá de una
decisión personal. Por ejemplificarlo, con el peligro de los ejemplos si se
toman al pie de la letra, hay personas con predisposición a alto peso y existe
base genética para esa tendencia, pero dependerá también de las costumbres
alimentarias, el ejercicio, etc. que lleguen o no a sufrir una cierta obesidad.
2. No existe una base genética idéntica en hombres y mujeres
homosexuales
Otros resultados de este estudio ponen de manifiesto que ese
conjunto de loci distintivo de la homosexualidad solo coincide
parcialmente en hombres y mujeres. No obstante, para unos y otras los perfiles
genéticos asociados con el comportamiento homosexual y con el heterosexual son
distintivos, tanto si se utiliza como parámetro de medida la identificación con
una determinada orientación sexual, o la atracción por personas del mismo o de
diferente sexo.
Más aún, los autores demuestran que en las mujeres
homosexuales la predisposición genética es menor que en los hombres. De hecho,
la mayoría de ellas son bisexuales, y posiblemente se deba a lo que
generalmente se ha pensado: en las mujeres la homosexualidad tiene un fuerte
componente psicológico de rechazo al varón, en la mayoría de los casos por
haber sufrido abuso sexual; se suele hablar de un deseo, en ellas, de
experimentar “su lado masculino”. La proporción de hombres exclusivamente
homosexuales es considerablemente mayor.
3. La sexualidad no es tan fluida como se plantea
Tradicionalmente la sexualidad de hombres y mujeres se
clasificaba en heterosexual, bisexual y homosexual. En 1948, el biólogo Alfred
Kinsey propuso la “escala de calificación heterosexual-homosexual” con 7 grados
que van desde 0 –exclusivamente heterosexual– a 6 –totalmente homosexual–,
siendo el 3 bisexual. Y cada persona en las distintas etapas de su vida
fluctuaría por esa escala en cualquier dirección, de manera que cuanto más
atraída se sienta por el mismo sexo, menos atraída se siente por el sexo
opuesto.
Esta idea de la orientación sexual como un proceso dinámico y
sujeto a variación se ha ampliado hasta incluir aspectos de la atracción, el
comportamiento, las fantasías, las emociones y las preferencias sociales y
estilos de vida, mientras excluye el sexo biológico. Pero no concuerda con los
datos de la base genética de la orientación sexual puesta de manifiesto en este
estudio.
4. Las variantes genéticas no son predictivas del
comportamiento homosexual
Estos investigadores, utilizando una medida de la
heredabilidad de los loci, fijaron el límite superior de la
influencia genética en la homosexualidad entre el 8% y el 25%. Sin embargo, si
la influencia genética se mide por combinación de todos los loci,
no alcanza el 1%, debido a que existen variantes raras. Es decir, este análisis
no permite predecir el comportamiento homosexual de personas concretas.
Ahora bien, el estudio sirve como guía para estimar la
magnitud potencial de los efectos genéticos y como signo de las influencias
pequeñas, probablemente poligénicas, en este complejo comportamiento, según
afirma Melinda C. Mills, en un comentario publicado en el mismo número de la
revista Science.
5. La influencia de las variantes genéticas en el desarrollo
Se han analizado cinco de los loci significativos
asociados al comportamiento homosexual. Dos de ellos están presentes en ambos
sexos, dos en hombres y uno es exclusivo de las mujeres.
De los dos exclusivos de hombres, uno contiene varios genes
para receptores olfatorios. Este dato ofrece la base genética de un hecho
anteriormente descubierto: la sensibilidad de los hombres homosexuales a la
estimulación sexual por las hormonas masculinas andrógenos; sensibilidad de la
que carecen los hombres heterosexuales, para quienes solamente los estrógenos
sirven de estímulo sexual. Aunque el mecanismo subyacente en este locus no
está claro, se ha establecido previamente un vínculo entre el olfato y la
función reproductiva. Las personas con síndrome de Kallmann exhiben un
desarrollo puberal retardado o ausente y una alteración del sentido del olfato
debido al origen cercano del desarrollo de la hormona liberadora de
gonadotropina fetal y las neuronas olfativas.
El otro locus está implicado en la
regulación de las hormonas sexuales testosterona y estrógenos, debido a la
proximidad del gen SRY determinante del patrón de la masculinidad, dependiente
de la testosterona. Este estudio aporta base genética para, al menos, un hecho
descrito antes sobre la influencia de las hormonas sexuales en la orientación
homosexual. Se trata de la diferente exposición del cerebro a los estrógenos
producidos durante la etapa fetal en los homosexuales en comparación con los
heterosexuales.
Naturaleza y crianza
En este estudio no han encontrado influencia del cromosoma X,
lógicamente de origen materno, en la homosexualidad masculina, que algún estudio no confirmado había propuesto. Sin embargo, se
conoce que en este cromosoma se encuentra el gen que codifica para el receptor
de andrógenos que tiene un papel esencial en la arquitectura cerebral. Este gen
tiene una forma potente y otra débil, por lo que la presencia de la forma débil
resulta en una menor masculinización del cerebro.
Tenemos por delante la tarea de integrar los resultados de
las variables genéticas, en grandes muestras, con los análisis de
genes y formas de genes, lo que permitirá conocer las implicaciones genéticas
de la orientación sexual y el grado en que la naturaleza y la crianza, como se
suele decir, influyen en la preferencia sexual.
Podemos concluir que la pregunta que se propone y se debate
con frecuencia, de si la persona homosexual “nace o se hace”, está mal
planteada. La respuesta confirmada es que ni nace, ni se
hace, sin más. A la predisposición genética con que nace se suma la vida.
Lo que sí existe es una predisposición a la homosexualidad,
con una mayor o menor base genética, por lo que ni la orientación sexual es una
mera cuestión de elección, ni tampoco el perfil genético predice la conducta
homosexual.
Natalia López Moratalla es catedrática de Bioquímica y
Biología Molecular
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